Texto de Aquiles Nazoa
y musica de José Seves
En esa temporada de descanso, llegó el poeta Aquiles Nazoa manejando su volswagen recorriendo las carreteras del estado Sucre, para ver con su alma y su mirada absorbente el azul intenso de las aguas del Golfo de Cariaco y la belleza natural de la península de Araya.
Cuando llegó a Marigüitar se hinchó de un sentimiento profundo-como lo dijo luego en su programa de TV, por el canal 5-, al respirar el aire oriental, envolvente de la vida arrullada sobre las orillas bañadas por las olas.
Vio como los pequeños botes multicolores con nombres femeninos pintados en la proa, zarpaban en la noche, llenos del jolgorio de los hombres que buscaban el corocoro; el carite, la lisa… para alimentar a las humildes mujeres que criaban a sus muchachos dentro de una casa de bahareque con techo de caña amarga.
Conoció el río Marigüitar bordeado de árboles frutales y también los ríos Golindano y Petare. Se sentó al pie de un cocotero frente al mar y allí tomó notas en su libreta para construir estrofas perfectas, llenas de costumbrismos amenos, que captaban el día a día de la gente.
También comió pescado frito; gofio, probó la dulce agua de coco y se alegró con ron Florida. Y muchos dicen que fumó tabaco cumanés mientras fijaba su mirada en el horizonte azul.
Tan solo un hecho doloroso lo despertó de su letargo observador al encontrarse una mañana con hombres y mujeres de luto, que llegaban de caseríos cercanos para asistir a la despedida de Juan Salazar hasta el cementerio: Era Juan un humilde pescador que dejó su vida entre las aguas del Golfo durante una tragedia en faena de pesca, cuando la Virgen del Valle estaba ausente.
Así fue como se enteró que a Juan lo velaban en su humilde morada y pudo ver el cajón sencillo que guardaba sus restos, cosa que seguramente le llamó la atención. Los dolientes del muerto le lloraban inconsolablemente y también ancianas venidas de caseríos extendidos por la costa que no dejaban de verter su llanto y sus rezos de madres postizas.
Adentro estaba Juan vestido con su franela multicolor de rayas horizontales, la cual usaba en sus noches de galerones y parrandas, bajo la luna, en rondas de pescadores mojados de ron: Solo esperaba su baile hasta el campo santo.
Cuenta el poeta Aquiles Nazoa que cuatro pescadores fueron los que llevaron sobre sus hombros al compañero y que se podía escuchar un canto de dolor como galerón no escrito.
Metido entre la multitud, caminando con su sensibilidad solidaria de hombre de espíritu comprometido con la vida, Aquiles llegó a escuchar de boca de sus compañeros, “ que Juan esa noche estaba muy contento e incluso cantaba décimas palpitantes del sentimiento oriental” y también le decían “¿Quién iba a imaginar que lo perderíamos en pocas horas de
una manera tan inesperada y aguas adentro?” Alguien llegó a decir “que la Virgen se lo había llevado”.
El poeta estuvo allí entre la muchedumbre viviendo el suceso doloroso para los lugareños y nos dejó ese hermoso poema, que luego tuvo música y es un estandarte del folclore nacional.
POLO DOLIENTE:
LUIS ALFREDO RAPOZO
luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
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