Política antiobrera del gobierno nacional ha
producido un reencuentro entre sindicalistas
Uno de los más prometedores acontecimientos habidos últimamente lo constituyó, el sábado pasado, la marcha de los trabajadores reorganizados sindicalmente.
No por su magnitud, que sin ser enorme reunió, sin embargo, varios miles de trabajadores provenientes de todo el país, sino por lo que marca como un paso firme hacia la reunificación de las diversas corrientes sindicales que poco a poco han ido reconstruyendo, con paciencia y tenacidad, las bases de un nuevo sindicalismo. Un sindicalismo realmente independiente, no “controlado” por ningún partido político.
Durante décadas, como consecuencia de una concepción que subordinaba desde las organizaciones estudiantiles hasta la sociedad del Santo Niño de Atocha, pasando en particular por los sindicatos, dado su peso específico en la vida social, al “control” de los partidos políticos.
Si durante una época inicial se podía entender que en un país donde los partidos fueron primero que prácticamente todas las organizaciones civiles y que el sindicalismo organizado debió mucho al activismo político y los partidos literalmente “parieron” a los sindicatos, pocos años después lo que fue virtud y necesidad se transformó en un vicio que despojó al movimiento obrero de su especificidad y de su autonomía, haciéndolo mera “correa de transmisión de la voluntad del partido”, como rezaba la conocida locución de Lenin acerca del rol de las organizaciones obreras.
Eso los fue matando. Con la crisis de los partidos políticos, el sindicalismo también se desplomó. Afortunadamente, el neosindicalismo ha metabolizado esa experiencia y si algo defiende fieramente es su independencia y autonomía.
Lo importante es que en los últimos años, una combinación de antiguos y nuevos luchadores obreros ha venido dando vida a organizaciones proletarias de base, que poco a poco van configurando nuevos organismos de conducción global. Lo interesante es que la política antiobrera del gobierno nacional ha producido un encuentro entre sindicalistas que desde siempre estuvieron colocados en un postura crítica respecto del gobierno, y dirigentes sindicales que fueron, e incluso lo son todavía, afectos al gobierno, pero que han venido encontrándose con sus compañeros políticamente diferentes en el terreno de la defensa de los intereses clasistas y en la defensa de los meros fueros del sindicalismo.
Muchos luchadores obreros que confiaron en el gobierno están descubriendo que este tiene el proyecto de destruir el movimiento sindical tradicional, para sustituirlo por organizaciones estrechamente dependientes del gobierno, cuyo rol no es propiamente la lucha por los intereses de los trabajadores sino acompañar al gobierno en su intención de destruir el movimiento sindical organizado. Esto explica la particular reacción producida en Guayana, donde confluyen sindicalistas de uno y otro sector político, pero unidos hoy por el reclamo estrictamente sindical y reivindicativo.
La marcha de los obreros el sábado pasado es posible que sea la primera manifestación pública de un movimiento de base, no subterráneo pero sí localizado en las meras empresas, allí donde se bate el cobre real de la lucha obrera, con un criterio unitario construido desde abajo, tratando de superar la dispersión que lo ha caracterizado hasta ahora.