¿Bolívar golpista?
Quienes creyeron ingenuamente que ya lo habían oído todo del Comandante, pues ajústense los cinturones porque se están cayendo a toda velocidad de la mata.
Ayer, sin ir muy lejos, el Presidente habló sobre la fallida intentona y señaló a Simón Bolívar como el padre del golpe militar del 4 de febrero de 1992.
No se trata de una exageración de los medios de prensa como pudiera pensarse, sino la palabra misma (o mesma) del caudillo: “El 4 de febrero fue engendrado por la misma historia, nació del vientre de la madre historia, del vientre de la madre patria.
Si alguien preguntara: ¿Quién es el padre del 4 de febrero? Yo diría ¡el general en jefe y libertador Simón Bolívar! ¿Y la madre? ¡La patria!”.
Lo dicho: genio y figura, hasta para hacer temblar la sepultura del Libertador con tal de justificar uno de los golpes militares más chimbos de nuestra historia, y vaya que ha habido muchos.
¿Qué tiene que ver el genio militar de Bolívar con un movimiento de tropas a todas luces apresurado y sin coordinación, con graves problemas en sus comunicaciones, con soldados y oficiales mal informados sobre sus objetivos y con desconocimiento total del terreno donde se movían? Nada, porque si algo tenía el Libertador era un experimentado genio militar, una agudeza táctica y una visión estratégica poco común.
Resulta cuesta arriba pensar que siendo Simón Bolívar un general estricto y cuidadoso en sus planes militares, cometiera el error mayúsculo de querer reencarnar ciento y pico de años después comandando una chapuza como la del 4 de febrero de 1992.
Empezando porque hubiera rodeado todo el palacio de Miraflores para que no se le escapara Carlos Andrés Pérez. Pues no: atacaron por el frente con una tanqueta que se comportó como un carrito chocón, y mientras jugaban a derribar las puertas de Miraflores, Pérez se les escapó hacia Venevisión ¡qué a los bolivarianos se les olvidó ocupar militarmente! Gracias a Dios la intentona terminó en corto tiempo y fue anunciada por televisión porque las fuerzas del gobierno se habían recuperado de la sorpresa y estaban dándole caza a los soldaditos que, para mal de males, jamás habían estado en las calles de Caracas.
Los golpistas que habían tomado el aeropuerto de La Carlota y la residencia presidencial La Casona se dedicaron a disparar a cuanto civil pasaba por la autopista o por las calles aledañas. La mayoría de las víctimas civiles (entre ellas dos ciudadanos vascos) fueron muertos a mansalva obedeciendo una orden absurda de sus mandos superiores. Nadie, por ahora, los ha juzgado por esos actos de violencia. Léase bien: por ahora.
En su discurso el Presidente alegó en su provecho que “el Ejército venezolano tiene que seguir como la vanguardia revolucionaria del pueblo”. ¿Por qué? ¿Quién ha decidido eso? ¿Los 5 millones que él logró a duras penas el 26 de septiembre, o los más de 5 millones democráticos que consiguió la sociedad civil?
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL
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