Los desmanes y otros males de la “modernidad”
Con toda seguridad puedo afirmar y expresar que la ética y la moral, son conceptos que podrían considerarse elementos en extinción en Venezuela. Nadie quiere negarse a sí mismo y otros posiblemente no querrán verse cuestionados en el espejo de la falta de ética o la inmoralidad.
Sin embargo en este discurso, el discurso de la ética y la moral, habrán de primar, no porque estén de moda, aunque sea realmente, desde la palabra hablada, desde lo oral, desde la comodidad del lenguaje, el cual no exige sacrificio, pero no desde los hechos. Hablamos y hablamos; pero no actuamos conforme a lo predicado, y esto último, está también de moda, lo vemos en nuestros políticos, nuestras autoridades, la escuela, las instituciones, y porque no, y aunque duela hasta en la conducta de los dirigentes de la fe; nada está exento a la duda, nos hemos acostumbrados a toda suerte de penurias, por la falta de integridad.
Damos por sentado los avances sociales, y entendemos que la sociedad es democrática, múltiple o pluralista; o toda suerte de benignos calificativos fruto de la modernidad, pero lo cierta es que lo aceptamos como algo normal, cualquier tipo de acto, en contraposición con las buenas costumbres, cualquier anomalía de la conducta no nos sobrecoge, por más grande que sea.
Desde los orígenes de la civilización, nos hemos ido acostumbrando al escándalo como parte de la cotidianidad, y vamos aceptando inconductas por lo que avanzamos día a día en la escuela social de la permisibilidad, la homosexualidad se disfraza de preferencia sexual, si cualquiera no cede ante la corrupción es alguien que no aprovecha su oportunidad, el ser humano es una especie de isla rodeado de dolencias.
Pero lo cierto es que vamos construyendo una sociedad aprendida y permisible, sobre la sociedad ideal, y esta sociedad aprendida, va dando paso a todo tipo de condicionamiento sin importar los males, y así se van generando nuevos patrones los cuales van conformando una nueva sociedad por aceptación conductual y por cansancio.
Como entendemos erróneamente que no podemos de manera individual convertirnos en vectores del cambio, vamos cediendo paulatinamente aceptando lo menos malo, y permitiendo cosas y esta capitulación del individuo, evita que forjemos pueblos y naciones sobre paradigmas adecuados, y de esta forma vamos dando paso a la anticultura, y todos los anti modelos.
Y en momentos en que la falta de ética, o la inmoralidad violentan la capacidad de lucha del ser como individuo, uno a uno vamos cediendo ante la permisibilidad sin pensar que de esta manera destruimos las posibilidades de forjar bases sociales ideales, sin distorsiones, y ante el agotamiento individual damos paso a una sociedad de modelos emergentes.
Este panorama de cosas se torna negativo en tanto que la repetición de los actos, es lo que da génesis a los hábitos y posiblemente sin darnos cuenta se nos está escapando de las manos la oportunidad de contar con una sociedad ideal. Nada nos asombra, y un escándalo nuevo va dando paso a otro mayor, sin causarnos pavor, los hombres que acarician nobles ideales, suelen ser considerados ilusos o idealistas, como en su momento lo fueron: Bolívar, Martí, Gandhi, Antonio José de Sucre, Martin Luther King y otros que son pilares de nuestras naciones, las mismas que hoy se nos esfuman impactadas por la corrupción, el crimen, la impunidad, el narcotráfico, lo ilícito, y toda suerte de calificativos inadecuados.
Es el momento de entender que si perdemos nuestras batallas individuales, damos paso a la sociedad de la inconducta, aunque parezca una cita de un fiscal social, cada vez que permitimos el actual estado de cosas, sin hacer nada para revertirlo aunque sea mínimamente, merecemos estar en el banquillo de los acusados, cada vez que somos permisivos tenemos una cuenta pendiente con el dolor social, y un mejor futuro.
Esta moralidad distorsionada a la que de manera particular nos estamos acostumbrando, por lo cotidiano, se va convirtiendo en una especie de código que va siendo aceptado, por los miembros del grupo, y vamos dando paso a un conformismo generalizado, que penaliza las buenas costumbres y nos hace cada día más vulnerables.. Es muy posible que nos estemos convirtiendo en testigos, de nuevos modelos de actuación social, atípicos e inadecuados, los que sin ninguna o muy poca penalización, están motivando a nuestros jóvenes y los componentes sociales a verse reflejados en ese espejo de la impunidad.
Mientras cada uno de nosotros cumpla con su deber, vamos ganando las batallas individuales, necesarias para una ofensiva colectiva ante las inconductas, los males, la inseguridad social, las arbitrariedades, el narco, los desmanes y otros males de la modernidad. En esta oportunidad, hablamos de esta manera, para reconocer a un pequeño grupo de hombres y mujeres que continúan jugando un verdadero rol en el desempeño ético de sus funciones en las diferentes instituciones venezolanas en las que les ha tocado desenvolverse como funcionarios públicos que van ganando su lucha individual, y actúan apegados a la ética y las buenas costumbres, para servir de ejemplo en su entorno, su comunidad, y aunque son pocos, sin lugar a dudas la lista escapa en número a este pequeño grupo que se encuentra en esta sala para ser reconocidos, pero a partir de este acto la lista estará creciendo en cantidad.
Que bueno que hemos empezado en este amplio trayecto de esta lucha social. Honor al mérito a muchos servidores públicos que actúan de acuerdo a principios y normas educacionales y democráticas emanadas de la formación cívica, heredada de la educación de sus padres, maestros y profesores.
Por: Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com