“Fue el imperio…”
Sólo una suerte especialísima impidió que Maracay, la ciudad jardín de otras épocas muy distintas a la era chavista, terminara convertida en un inmensa y miserable antorcha que consumiera buena parte de la población. Quiso la mano de Dios, con el concurso de algunas medidas prácticas de los bomberos, que la imprevisión militar de acumular municiones y proyectiles de artillería en una zona urbana no estallara en toda su dimensión. Si hubiera sido así, hoy estaríamos sumidos en una tragedia incalculable.
Que haya un arsenal en un área rodeada de barrios y urbanizaciones nos dice mucho del peligro que significa la imposición del secreto militar en cuestiones que tienen que ver con la vida de los civiles. Habría que preguntarse si los consejos comunales de la zona fueron informados de ese peligro, y si tuvieron objeciones o si se hicieron de la vista gorda para no criticar al Gobierno.
En todo caso, las organizaciones populares que rodean la zona militar donde se producen los explosivos que usan en el país y se guarda el parque de municiones que alimenta el poder de fuego del ejército venezolano, deberían por fidelidad a la vida de los ciudadanos que están en los barrios aledaños haber promovido una mudanza de esos almacenes hacia otros destinos. Cerca de 10.000 pobladores fueron desplazados ayer de sus viviendas por los militares y llevados de emergencia a apresurados y oscuros refugios en Maracay.
Veamos esta cifra dada a conocer por las autoridades de Aragua: 10.000 maracayeros o residentes de Maracay corrieron un riesgo cierto de perder la vida, si la diosa fortuna no hubiera intervenido y atrapado el fuego en unos límites tolerables. Fue una suerte, y lo repetimos porque en este tipo de arsenales cuando ocurre un accidente de tal magnitud las consecuencias son impredecibles para la población civil.
Los sitios donde se fabrican y manejan municiones y explosivos deben y tienen que estar alejados de las residencias urbanas, de las vías de tránsito común y de las autopistas que comunican el país. Pero, para desgracia nuestra, todas esas previsiones que deben ser respetadas no existen para los militares chavistas, que tienen pensado construir en esa zona de desastre en Maracay una planta nuclear con ayuda de los rusos, que ya fallaron en Chernobyl y causaron una desgracia que sigue produciendo niños deformes luego de una década.
El domingo, la gente de Maracay no durmió, no concilió el sueño, no supo qué iba a pasar luego de esas estremecedoras explosiones, que les amargaron la noche y que causaron 1 muerto y heridos en gente que se dirigía a su trabajo o volvía a su casa a reponer fuerzas.
“Son causas extrañas el que se produzca un incendio a las cuatro de la madrugada”, dijo el Presidente de la República. En verdad, el extraño es él. Nunca sabe nada.
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL
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