“Habrá un día que va a llover y lloverá..”
Un pueblo que mantiene la esperanza en medio de la tristeza, está lleno de fe, está espiritualmente armado. La fuerza le viene de Dios. Su tristeza es porque ha perdido su riqueza material o le asesinaron un familiar, pero sigue erguido, con la cara en alto. Yo lo vi caminando al lado de la Chinita y ahora lo acompañé con la Divina Pastora. No se dobla ni un centímetro.
El dolor es muy grande, es verdad, pero más grande es su hidalguía. No es que no haya gemido o no haya llorado. En este pueblo hay 21 mil trabajadores petroleros y sus familias que quedaron en la calle, luego otros tantos tuvieron que abandonar la flota marina de las empresas contratistas expropiadas, trabajadores de grandes industrias y empresas agropecuarias expropiadas, los obreros y técnicos de las haciendas o unidades de producción expropiadas, un millón quinientas mil personas económicamente activas que firmaron para el referéndum revocatorio y quedaron sin posibilidades de trabajo en las empresas y organismos del Estado. De ellos recuerdo a un amigo que lo encontré en un comedor comunitario de un barrio de Maracaibo. Me miró y me dijo: “las lágrimas se me confunden con la sopa”.
¿Por qué recordar la desgracia si hay tanto futuro, fe y esperanza? La confesión se hace para redimir el pecado y no volver a cometer el mismo error. Confiamos en la buena fe, pero no la hubo. Nos dijeron que se respetaría la propiedad privada y no fue así. Nos aseguraron un Estado descentralizado como lo contempla la Ley y se hicieron dueños de los puertos, aeropuertos y asumieron el poder central para convertirlo en todopoderoso, la justicia quedó con una sola voz y a los gobiernos regionales los amenazan como a Pablo Pérez en el Zulia, a Henry Falcón en Lara, a César Pérez Vivas en el Táchira, y ahora a Hugo Cabezas en Trujillo, para mencionar sólo a los de occidente. Es posible que Cabezas todavía se mantenga alineado a los regaños del poder central, pero la dignidad de un hombre se respeta y también a quien él representa. Tengo buenos recuerdos de los Cabezas en Boconó, cuando yo estaba niño ayudaba a su abuelo y a su padre a amarrar las talanqueras en las mangas de coleo en La Sabanita y había oportunidades que los toros fuertes saltaban la talanquera. La gente corría, pero la corrida continuaba.
La otra verdad es que los pueblos no están solos y menos cuando están llenos de fe como el nuestro. Ellos sienten la fuerza de Dios. En el libro sagrado encontramos Los Salmos que son la expresión y la experiencia de la vida de un pueblo amado por Dios. En el Salmo 30 se subraya que el que se apoya en el Señor no vacilará: “Te alabaré, Señor, porque me has librado y no has dado la victoria a mis enemigos. Porque su enojo dura un instante, su bondad toda la vida; al atardecer se hospeda el llanto, al amanecer, el júbilo. Por eso mi corazón te canta sin cesar, Señor Dios mío, te daré gracias siempre”. Sal 30 (2,6,13).
Esta es la esperanza que el pueblo carga por dentro. En cada acto se le ve armado espiritualmente. Si alguna vez lloró, hoy sonríe, porque cada vez se acerca más el día de la libertad, de la justicia y de la paz. Es posible que alguien se equivoque, pensando que el silencio del pueblo le favorece porque el miedo infundido hizo su efecto. No, ese pueblo se siente como las nubes cuando se cargan de agua. Habrá un día que va a llover y lloverá. No busquemos paraguas, porque esa lluvia vendrá del cielo para mojarnos a todos de felicidad.
Por: Lenín Valero
Periodista leninvalero1@hotmail.com
@valeromarquez
Comments are closed.