Construir 150 mil viviendas en un
año es sencillamente imposible
El tiempo se le ha ido cogiéndose cuanto terreno plano descubre por ahí, sin que hasta ahora se haya colocado un solo ladrillo en tales sitios.
En noviembre pasado se le veía eufórico, mostrando las maquetas de las edificaciones que “de inmediato” comenzarían a ser construidas en los alrededores de La Hoyada. Todavía no hay ni asomos de los trabajos que ya deberían haber comenzado.
La verdad es que con la situación actual en la industria de la construcción pública y privada, esa oferta es una más de esas promesas engañosas en que ha sido tan pródigo el señor Presidente. Construir 150 mil viviendas en un año es sencillamente imposible.
En Venezuela se pueden construir alrededor de cien mil anuales, pero concertando de manera masiva todas las capacidades del Estado y del sector privado. Sin embargo, hoy, en el reino chavista de la fantasía, entre la ineficacia y la corrupción del gobierno y el avanzado grado de destrucción que éste ha producido en la industria privada de la construcción –la cual difícilmente invertiría un centavo nuevo en este ambiente de incertidumbre y desaliento–, aun esa meta, que es realista, luce inalcanzable.
En este momento hay en el país unas 80 mil viviendas en construcción, en distintos estados de desarrollo, que vienen de varios años atrás. Si el gobierno lograra terminar esos conjuntos habitacionales este mismo año, eso sería todo lo que podría presentar como “hazaña” a finales de 2011. Pero si se observa lo que ha ocurrido con los conjuntos residenciales confiscados, supuestamente para ser terminados, y donde tampoco se ve movimiento, todo se reduce a un espejismo.
Para avanzar hacia el objetivo propuesto tendría no sólo que romper esos cuellos de botella creados por su propia incapacidad, incompetencia y corrupción sino también aquellos que derivan de la escasez de insumos tan importantes como las cabillas y el cemento. La producción nacional de cabillas se vino a pique en Sidor, la principal productora de ese material, y tras la estatización de Sivensa, el destino de esta empresa no luce distinto al de la Siderúrgica del Orinoco.
Por otro lado, cómo estarán las cosas en la industria cementera nacional, la cual hasta su estatización suplía cómodamente el mercado interno, que ahora lo estamos importando ¡de Cuba! El genio de Sabaneta parece creer que basta con tener terrenos planos disponibles y el mandado estaría hecho. No se percata de que esos terrenos también necesitan las obras de urbanismo que deben acompañar a las viviendas. Servicios públicos, espacios públicos, vialidad, etc., lo cual, lógicamente, también toma su tiempo. Por cierto que habría que estar muy pendientes de que las obras ofrecidas no violenten las normas de zonificación existentes, porque de lo contrario el caos urbanístico que podría desatarse alcanzaría proporciones aterradoras.
Simultáneamente el gobierno tiene que construir los refugios prometidos y las obras de infraestructura destruidas por la falta de mantenimiento y por la naturaleza. Doce años han sido más que suficientes para tener claro que este gobierno, por más chinos, bielorrusos y turcos que meta a construir casas, tampoco va a poder con esta tarea que se ha impuesto.
Por: Teodoro Petkoff
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