Celebramos 53 años
de vida democrática
Desde el 23 de enero de 1958, cuando cayó la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, hemos vivido muchos altibajos. Los más difíciles han sido estos últimos años, pero los intentos de desaparecerla no han tenido éxito, ni la suficiente fuerza para doblegar el espíritu democrático. La intimidación no ha podido con el coraje.
Enemigos de la democracia han intentado dividir, fomentar disidencias internas para debilitar las organizaciones políticas, privilegiar a militares sobre los civiles, promover la antipolítica, violentar preceptos constitucionales y plantear una lucha de clases.
El propósito de ellos siempre ha sido instaurar una dictadura, llámese militar, de la burguesía o del proletariado. En cualquiera de las tres se pierde el equilibrio de poder que ofrece la democracia.
Después de la caída de Pérez Jiménez, Venezuela ha vivido un régimen de partidos políticos, que al principio tuvieron la necesidad del Pacto de Punto Fijo, para afianzar y fortalecer a los gobiernos democráticos, en los que el pueblo tuviera mayor participación en la toma de decisiones. Militares volvieron a sus cuarteles y la vieja oligarquía se acomodó de nuevo.
Tomaron fuerza organizaciones sindicales y campesinas, cámaras de comercio y producción, el parlamento fue plural, bicameral y con representación proporcional de las minorías. Surgió una poderosa clase media profesional, la gratuidad de la educación superior y el fomento de escuelas técnicas industriales y agropecuarias.
Instaurar la democracia no fue fácil. El PCV había quedado fuera del pacto de Punto Fijo. AD ganó las primeras elecciones con Rómulo Betancourt, pero a los pocos meses se divide y surge el MIR y se va a la lucha armada junto al PCV.
Militares perezjimenistas pretendieron recuperar el poder. Nada fue posible, la democracia siguió adelante, pero AD se volvió a dividir y Copei se fortaleció. Al final, estos partidos se destrozaron internamente y vino su decadencia.
Los militares volvieron a sus andanzas, dirigidos por Hugo Chávez. Vieron en Carlos Andrés Pérez una presa fácil, pero no tuvieron éxito en el golpe militar. El país los rechazó. AD y Copei sentenciaron que el culpable de los males de la democracia era Carlos Andrés Pérez y lo sacaron del poder. Rafael Caldera consideró que estos partidos se estaban muriendo y asumió el poder con algo que se llamó “el chiripero”.
Luego, vino Hugo Chávez, absuelto, libre de pecado y vestido de civil, se lanzó y ganó. Juró sobre una Constitución “moribunda”. Llamó a una Constituyente y se aprobó una nueva Constitución democrática, que contempla las libertades políticas, económicas y sociales. De ese entonces hasta ahora hemos vivido diez años de tirantez, de medición de fuerzas.
Unos dicen que no hay dictadura, pero tampoco hay democracia ¿Y entonces? Esta interrogante es oportuna en un día como hoy. Asumamos que si hay democracia y que debemos fortalecer las organizaciones políticas, sindicales, gremiales, universitarias, religiosas y parroquiales. El turno es para los demócratas y la responsabilidad es nuestra.
Por: Lenín Valero
Periodista leninvalero1@hotmail.com
@valeromarquez
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