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FERNANDO RODRÍQUEZ: Más apátrida serás tú

Como se ha dicho, la patria puede ser la última
covacha de los miserables y los obtusos

 

Cuentan que los malos conjuntos de mariachis mexicanos cuando comenzaban a percibir las pitas del público empezaban a gritar ¡Viva México hermanos! Algo de eso está pasando en la cantina nacional, orquestado por su cantinero.

Por ejemplo, los diputados que fueron a la OEA no sólo han sido etiquetados como apátridas, sino que el buenazo de Calixto Ortega les ha prometido sanciones penales, cárcel pues, por daños al honor de esta tierra bolivariana. Lo cual quiere decir, además de defender nuestra estirpe (Guaicaipuro, Bolívar y otras heroicas raíces) el agravamiento de nuestras muy deterioradas posibilidades financieras en el exterior, asunto más prosaico pero muy contundente. Al respecto, hay que recordar que en el ranking reciente de una agencia internacional quedamos prácticamente subcampeones mundiales de los países a los cuales no se les puede dar fiado ni un dólar, así dejen el acta de la independencia como garantía.

Ahora bien, sin que invoquemos el abigarrado mundo del Derecho sino apelando al sentido común más sanchopancesco, a uno lo asalta una primera duda: si nosotros los venezolanos hemos firmado una serie de tratados internacionales prometiendo ser gente decente, es decir, demócratas cabales y acatar las sanciones a nuestros pecados mortales y veniales cuando los hubiese, se entiende mal cómo es que traicionamos esta graciosa tierra cuando hacemos uso de ellos, con buen o mal tino. Y aquí no vale que fueron otros lacayos del ominoso pasado quienes los firmaron porque tiempo de sobra han tenido los nuevos mariachis para gritar ¡Viva Venezuela! y romper esos degradantes vínculos. Es más, algunos de esos engendros los ha firmado el gran Jefe.

Para colmo de males, estamos globalizados, para bien o para mal. Y oponerse a esta realidad, dijo Fidel Castro en mejores tiempos neuronales, es como oponerse a la ley de la gravedad. Si no se cree, consulten al juez Garzón, eminente cazador de malandros, como John Wayne en el viejo Oeste. Los ejemplos abundan. Sin hablar de los medios que son capaces de meter sus narices hasta en nuestras alcobas, como demostró uno de los teóricos del PSUV. Y las ONG que se multiplican y se entrometen en todo, que no jodan a las ballenas o a las lechugas o no lapiden a las damas que echan una canita al aire.

Todo lo cual complica el enérgico ejercicio del poder, el “así es como se manda”.

Por último, hay que recordar que para ser moralmente rectos se necesita cierta coherencia y reciprocidad. Y si de intervencionismo se trata aquí lo practicamos en todas sus modalidades: intervención autoprovocada con los cubanos hasta en la sopa; intervención institucionalizada, por ejemplo en el hilarante show del admirable Zelaya; Intervención bocatera: los vituperios a cualquier mandatario por el Jefe; intervención maletinesca tipo Antonini; y dicen las famosas computadoras y los jueces españoles, entre otros, que hasta armada. De manera que deberían callarse, como dijo su majestad.


Por: FERNANDO RODRÍQUEZ

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