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NiñaDeLaCalle: El soldado que hundió a Venezuela (II)

Venezuela se hunde, pero una parte, alucinada por el rojo fulgurante de una parafernalia fascista, sigue gritando: ¡Viva el Rey!

El soldadito taimado denomina a la invasión
cubana a nuestro país de “solidaridad”

 

(Segunda parte)

Han transcurridos más de dos años desde que escribí el anterior post (febrero de 2008) de esta segunda parte bajo el título de “El soldado que hundió a Venezuela”… y no sólo es que nada haya cambiado, sino que, al contrario, hemos ido, cada día que ha pasado, a mucho peor. Es más, me ratifico en todo lo dicho en aquel escrito (que les coloco más abajo para quienes no pudieron leerlo) y no le quito ni una coma.

En realidad lo que nos sucede no es, ni más ni menos, que la vuelta al ABSOLUTISMO*; sistema político éste en el que se confiere todo el poder a un solo individuo o a un grupo (también gracias a la descafeinada oposición que tenemos). Es decir, como por arte de birlibirloque retrocedemos al año 1661, cuando Luis XIV, en Francia, asumió el gobierno francés y movilizó todos los recursos económicos y militares de su país para emprender una serie de guerras en Europa con la finalidad de conquistar nuevos territorios.

El absolutismo en España se inició con Felipe V (nieto del anterior rey francés Luis XIV y de la infanta española María Teresa de Austria -hija del rey Felipe IV- y rey de España desde 1700 a 1724 y desde 1724 a 1746, de origen francés, primer monarca de la Casa de Borbón), que abolió los fueros (normas o códigos) de los distintos reinos, se extinguieron las Cortes (estamentales) y se centralizó el poder basado en una férrea burocracia.

Hago la salvedad de que, como pudiera parecer extraño que Felipe V gobernara dos veces en España, finalizando y comenzando su reinado en el mismo año de 1724, que esto fue debido a que Luis I llegó al trono de la monarquía española en febrero de 1724, a consecuencia de la extraña abdicación de su padre, que tuvo lugar el 10 de enero anterior; pero este joven monarca murió el 31 de agosto de 1724 y Felipe V volvió al trono.

¿Por qué será que todo esto que ocurría hace más de 350 años se me parece como gota de agua a lo que sucede ahora en nuestro país?… Y es que no avanzamos, sino que retrocedemos, dramática y peligrosamente.

Podemos distinguir dos clases de absolutismo; el primero, a imagen del que rigiera durante siglos en otros países europeos, se fundamentó en la concepción presidencialista del poder; el segundo, que marca una línea divisoria en el ámbito sociopolítico, se mostró permeable, a partir del siglo XVIII, a las ideas de los pensadores ilustrados y adoptó modos políticos paternalistas que fueron llamados despóticos… Como que también me suenan de algo estas dos clases de absolutismo, ¿a ustedes no?

En América Latina el absolutismo ha sido una constante política a lo largo de los dos siglos transcurridos desde nuestras independencias. Durante el siglo XIX predominó un absolutismo de carácter conservador, campesino y latifundista, representante de las oligarquías criollas más tradicionalistas; y a lo largo del siglo XX el absolutismo ha adquirido formas autocráticas y dictatoriales más sofisticadas, similares a las de otras zonas del mundo, de carácter militarista e ideológico… Y éste es, exactamente, nuestro caso, porque, los sistemas comunistas son igualmente absolutistas.

Así que, este soldado ramplón y chabacano que nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino cada día y cada vez que abre la bocaza para soltar todos los disparates que se le ocurren; que afirma públicamente que se dedica al estudio y se culturiza de manera continuada pero que es capaz de escribir felicidad con ese (felisidad), demostrando que a ignorante e inculto le ganan pocos; que dice que está con los pobres-desfavorecidos-menospreciados pero que consigue -sin esfuerzo- que la pobreza aumente vertiginosa y exponencialmente y la gente de/en los ranchitos cada vez esté peor; que destruye empresas de solvencia y miles de empleos a una velocidad que marea; que ordena ocupar terrenos productivos y expropiar fincas para dejarlos como si hubieran pasado por ellos los mayores y más dañinos huracanes; que roba a destajo los dineros de la nación -de todos/as los/as venezolanos/as- para regalárselo a su cuerda de adláteres-ladrones y a sus amiguitos de alrededor y amiguita argentina, como si estos dineros fueran de su propiedad (generoso que es el sátrapa marrullero a costa de Venezuela toda); el soldadito taimado y cobarde que denomina a la invasión cubana a nuestro país “solidaridad”, cuando se trata de una clarísima intromisión-incautación-confiscación-apropiación de los cubanos en nuestros asuntos y en nuestros bienes, por lo que, resulta, sin género de dudas, que el soldadito manipulador y pusilánime ha cometido una clarísima traición a la patria de gran calado y/o envergadura, puesto que nos ha vendido sin reparos ni contemplaciones a la rapacidad depredadora y desenfrenada de la infrahumana dictadura comunista cubana… y, paro aquí, porque de continuar, la cosa no tiene fin.

Y como si de una maldición absolutamente endemoniada se tratara, las comparsas de la Asamblea Nacional y del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), le siguen a pies juntillas todas y cada una de las barbaridades que suelta el jefecito bananero; con lo que, por ejemplo, siguiendo esas consignas caudillistas y en boca de la presidenta de esta última ¿institución?, Luisa Estela Morales, que niega y reniega de la división de poderes, porque, según ella, no hace falta ya que el Estado es uno solo… y con lo dicho, la decrépita y decadente magistrada-presidenta del TSJ manda “a lavarse ese paltó” al precursor de la teoría de la División de Poderes, Charles-Louis de Montesquieu (1689-1755), que con sus famosas “Cartas persas” satirizó a la clase política francesa de aquellos tiempos y fue el preámbulo de la Revolución Francesa, y que con su obra maestra “El espíritu de las leyes” sentó las bases acerca de cómo debe darse una separación y un equilibrio entre los distintos poderes a fin de garantizar los derechos y las libertades individuales… que aquí se difuminan y empiezan a aparecer como inexistentes.

Empero, no importa, Luisa Estela Morales, porque hagas lo que hagas ahora, se te pasará factura y algún día te veremos en los tribunales… pero, eso sí, tú sentada en el banquillo de los acusados, junto a toda tu camarilla de tunantes y arrastrados de esta judicatura vergonzosa que, en perfecta simbiosis con “El Destructor”, tiene a Venezuela hundida, no sólo social, laboral y económicamente, sino en las tinieblas de la iniquidad, porque hemos retrocedido en el tiempo y vuelto al absolutismo, que hoy el término se asocia, casi en exclusiva y como pasa acá, con el gobierno de un dictador, y se considera el polo opuesto al gobierno constitucional que impera en los sistemas democráticos; y el absolutismo se diferencia de éstos en el poder ilimitado que reivindica el autócrata, en contraste con las limitaciones constitucionales impuestas a los jefes de Estado de los países democráticos… pero, a partir del mes de septiembre de este año, esperemos que la reivindicación del imitador de tiranos comience a convertirse en humo, gracias a los votos y a la actitud sabia y democrática de nuestras gentes.

Mientras tanto Venezuela se hunde, pero una parte, alucinada por el rojo fulgurante de una parafernalia fascista, sigue gritando: ¡Viva el Rey!

*Fuentes (absolutismo):

Lublinskaya, Aleksandra Dmitrievna. La crisis del siglo XVII y la sociedad del absolutismo. Barcelona: Editorial Crítica, 1983.
Maravall, José Antonio. Poder, honor y élites en el siglo XVII. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 2ª ed., 1984.
Brunetto Paladino, Guido. El absolutismo. Madrid: Cincel, 1986.
Barudio, Günter. La época del absolutismo y la Ilustración (1648-1779). En “Historia Universal Siglo XXI”. Volumen 25. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 4ª ed., 1986.
Mousnier, Roland. La monarquía absoluta en Europa: del siglo V a nuestros días. Madrid: Taurus Ediciones, S.A., 1986.
Anderson, Perry. El Estado absolutista. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 8ª ed., 1987.
Lynch, John. España bajo los Austrias.. 2 vols. Barcelona: Edicions 62, 6ª ed., 1988-1989.
Gil Pejol, Xavier. Las claves del absolutismo y el parlamentarismo: 1603-1715. Barcelona: Planeta-De Agostini, 1991.
Krebs, Ricardo. La monarquía absoluta en Europa: el desarrollo del estado moderno en los siglos XVI, XVII y XVIII. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 3ª ed., 1992.
Duchhardt, Heinz. La época del Absolutismo. Madrid: Alianza Editorial, S.A., 1992.
Pérez Samper, María de los Ángeles. Las monarquías del absolutismo ilustrado. Madrid: Síntesis, 1993.
García Monerris, Encarnación y Serna Alonso, Justo. La crisis del antiguo régimen y los absolutismos. Madrid: Síntesis, 1994.
Sánchez León, Pablo. Absolutismo y comunidad: los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla. Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 1998.
Asch, Ronald G. y Duchhardt, Heinz (editores). El absolutismo (1550-1700), ¿un mito?: revisión de un concepto historiográfico clave. Barcelona: Idea Books, 2000.

Viernes, 15 de febrero de 2008
Por: NDLC.



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