TIEMPOS DE CAMBIO
El Gobierno, con sus poderes aliados, ha tomado el camino de eliminar de hecho la inmunidad parlamentaria y de impedir el funcionamiento democrático y autónomo de la nueva Asamblea Nacional.
No hay espacio ni voluntad para la rectificación ni para la autocrítica. Se utilizó la emergencia provocada por las lluvias para debilitar aún más la democracia en nuestro país y para limitar el derecho a pataleo. La soberbia en el ejercicio del poder hace que desaparezcan los escrúpulos. Ni siquiera las formas se respetan. Vamos camino a un peligroso cuadro político que puede perturbar, y ojalá no ocurra, el esperado escenario electoral de 2012.
No conformes con mantener tras las rejas a dos diputados electos por el pueblo, que deberían estar en libertad desde el momento de su proclamación como tales, los poderes públicos apuran el paso para darle visos de legalidad a una condena que no solo violenta los principios constitucionales sino que además desconoce la voluntad popular. Los parlamentarios del no chavismo no la tendrán fácil a partir de mañana, cuando se instale la nueva Asamblea. No es difícil adivinar el calvario que vivirán para ejercer su condición de representantes populares, en medio del abuso de poder y de permanentes emboscadas y cayapas. Más allá de la composición de la nueva directiva ya anunciada, el panorama que se avecina es alarmante.
Los diputados del Psuv ya son prisioneros de la línea política trazada desde Miraflores, lugar de donde salió esa aberración legislativa conocida como Ley anti talanquera, la cual les impide actuar como lo dicta la carta magna, obedeciendo a sus conciencias y a sus electores. A ello se suma un reglamento interior y de debates más propio de un cuartel que de un parlamento.
Es indignante el silencio complaciente de diputadas y diputados salientes y entrantes rojos rojitos que en el pasado no aceptaban la represión, el ataque certero contra la autonomía universitaria e incluso la aprobación de medidas económicas como la devaluación del bolívar, hoy disfrazada de unificación cambiaria, el alza del IVA y el impuesto al débito bancario, destinadas a cargar sobre los hombros del pueblo el peso de la crisis y el manejo errático de las finanzas públicas. Pero no hay realidades estáticas.
Este modelo, basado en un liderazgo unipersonal, en la sumisión absoluta a sus dictados, en la criminalización de la disidencia política y en la supresión del debate, ya hoy no tiene mayoría en Venezuela, ni apoyo unánime dentro del chavismo. Por eso estas medidas desesperadas para amputarle competencias a la Asamblea y atar de manos y de lengua a los diputados, y principalmente a quienes pertenecen al oficialismo.
El Gobierno sabe que cualquier perspectiva de cambio político en el país depende de la decisión que adopte una buena porción del chavismo que sigue descontenta y que espera propuestas políticas incluyentes, democráticas y de corte popular para sumarse a ellas. Por eso el desespero en devolver la cinta hacia escenarios polarizantes como el de 2002 y 2004.
Mientras tanto vemos, con envidia positiva, cómo el PT de Brasil es capaz de impulsar cambios sin exclusión, con grandes éxitos en lo social y económico, mediante la más amplia alianza de diversos sectores de la sociedad y sin la obsesión de pulverizar al que piense distinto. Y, muy importante, sin un líder que se crea imprescindible e insustituible.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
Política | Opinión
EL NACIONAL
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