Internet no tiene color político,
no tiene color social. Es unánime
–¿Qué es un librero?
—Alguien que se toma en serio su profesión, que está dedicado al libro y que se brinda a los clientes.
— ¿Un librero es un escritor frustrado?
— Así dicen, pero no creo.
Uno se dedica a lo suyo y respeta lo que hacen los demás.—
¿Cómo empezó a vender libros?
— A los 17 años, cuando entré a trabajar en una librería en Montevideo, y después acepté a venir a Lectura, que quedaba en el edificio Arta, aquí mismo en Chacaíto.
— ¿Recuerda cuál fue el primer libro que se leyó?
— Dos libros uruguayos: Tabaré, que es un poema épico de Juan Zorrilla de San Martín; Ariel de José Antonio Rodó, que me impresionó, y, claro, Las lanzas coloradas.
— ¿Y el primero que vendió?
— Seguro que fue algo de botánica, o de sociología, o de literatura, pero el primero que me impresionó fue La montaña mágica, de Tomás Mann.
— ¿Cuántos años de librero?
— Llevo 52 años… 53, si 53 años.
— ¿No se está quitando la edad, verdad?
— Ahora voy a cumplir 70 y de ahí si empiezo a regresar, 69 el año próximo, 68 el otro y así.
— ¿Qué regala un librero en diciembre?
— Regalo libros a algunas señoras amigas, que tenemos un grupito. Siempre hay algunos presentes para los niños y alguna corbata para un señor.
— ¿No se ha preguntado por qué el Gobierno no expropia librerías?
— No ha expropiado hasta ahora, no sé si lo hará. Pienso que como el Presidente fue un buen lector antes de ocupar su cargo, y lo sigue siendo en las cosas que le interesan, y como tiene un hombre que le lleva la parte cultural…
— ¿Se refiere a Farruco?
— No, no, a Pérez Arcaya, que es con quien habla de libros.
Por ejemplo, los últimos libros, uno sobre cambios en Latinoamérica y otro sobre el Mercosur, son de aquí, de Lectura.
— ¿Los compró en la librería?
— No, yo se los mandé de regalo.
— ¿A Pérez Arcaya o a Chávez?
—A Chávez, me mandó a decir que se los regalara.
— ¿Tiene trato con el Presidente?
— Yo lo conozco. Yo le publiqué el libro de Angela Zago. Él sabe quién es Walter.
— ¿Usted se vino de Uruguay porque la dictadura era insufrible?
— No tanto por eso. Me vine por el ofrecimiento que me hizo Lectura. Antes se contrataba a los profesionales del libro en el exterior. LLegué a Caracas el 30 de diciembre del año 75.
— ¿Y qué encontró en Venezuela?
— Al comienzo estuve un poquito despistado. Recuerdo que un muchacho me trajo café y me lo tomé, y le dije que estaba muy rico, y el joven me respondió: “Ay. señor Walter, yo no sabía que el café traía dinero”. No se usaba la palabra rico, sino sabroso. Y al irme la dueña de la librería, para más confusión, se ofreció a llevarme y me dijo: “Yo le doy la colita”.
–Me refería también al país que descubrió.
— Era un país abierto, había calor humano, siempre había una manera de que la gente tuviera dinero. Una ciudad muy bella que nos compraba con el Ávila.
— Ahora, a un librero le va peor.
— Yo viví muy bien en toda esa época de la democracia.
Ha habido cambios, se hace más difícil conseguir el dólar preferencial, que es lo que necesita el libro.
— El regreso a Uruguay quedó postergado para siempre.
— Yo volví 14 años después.
Voy en el mes de abril, que es la feria de Buenos Aires, pasó por Montevideo y visitó a la familia, que ahora es muy corta. Quedamos muy pocos. Pero allí hay siempre una puerta abierta.
— ¿Qué lee ahora?
— Un libro sobre Simon de Beauvoir y Sartre, que son dos personajes que me impresionaron, por todas esas cosas que se permitieron.
— ¡Y el de Vargas Llosa?
— Claro, El sueño del celta, que es más un ensayo novelado, y, además, un texto sobre Carlos Andrés Pérez, que muestra un personaje desconocido para uno.
— ¿El de Mirtha Rivero o el de Agustín Blanco Muñoz?
— El de Mirtha Rivero.
— ¿Además de la lectura, que otra pasión cultiva?
— Veo mucho teatro y voy una vez a la semana al cine.
También sigo a algún cantante, algún músico.
— ¿Para nada el deporte?
— Claro que sí. Hice el curso de preparación física, fui técnico de fútbol.
— ¿Era de Nacional o de Peñarol?
— De Nacional.
— Pero Peñarol es el pueblo, ¿cierto?
— Ellos dicen eso, pero el pueblo está dividido.
— Como aquí.
— Hay una división lamentable. Al Presidente le pido que tenemos que regresar a lo que esto fue, que servía para que no tuviéramos esta división, tanto dolor, se separan los amigos, aunque yo me sigo llevando muy bien con todo el mundo.
— ¿Los de la quinta siguen yendo a Lectura?
— Claro, Roman Chalbaud, que no deja de ser amigo, Tareck William Saab, que yo le he presentado algún libro, Elías Jaua, que fue un muchacho que leía cosas interesantes, de filosofía. Son preparados, pero luego la gente cambia.
— ¿Los de la cuarta iban?
— Todos los presidentes que he conocido tenían, como Chávez, una persona que los asesoraba un poco. Sonia Pérez se leía para su papá todos los libros que aparecían de política y de economía. Casi todos los mandatarios, que no tienen tiempo por su actividad, tenían siempre gente de su aprecio y de su confianza que los mantenían al día.
— ¿Entonces los culpables no van a ser los presidentes sino quienes leen por ellos?
— Quizás, quizás. Creo que ellos tienen al lado gente muy criteriosa, que, claro, les subrayarán en amarillo lo que a ellos les parece.
¿Lee libros por Internet?
— No soy un profesional de la computadora. Miro los periódicos, El País de España, que es una referencia para todos nosotros y me interesa estar al día en la parte cultural.
— Pero le preocupará que vayan a controlar la red.
— Sí, lógico. No sólo le debe preocupar a la oposición, sino a todos, a los jóvenes y a las personas mayores. Internet no tiene color político, no tiene color social. Es unánime, aunque muchos no lo quieran decir, que un adelanto como ese no puede ser controlado.
JAVIER CONDE
jconde@el-nacional.com
Política | Opinión
EL NACIONAL
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