Todos tenemos un tío al
que le fue bien en la vida
Yo tuve uno. Gabriel José Alvarado. Hizo fortuna con Pérez Jiménez. Vendía cemento, cabillas, mármol, tuberías, etc., además hacía todo el transporte oficial.
Si mal no recuerdo, facturaba para aquella época alrededor de 100.000 dólares mensuales. También tuve un presidente rico, hipermillonario. Facturaba en su tiempo, cuando el barril de petróleo llegó a alcanzar los 150 dólares, cerca de 9 millardos de dólares mensuales. ¡Ah!, hombre sortario. A mi tío lo quería todo el mundo. Centenares de niños fueron sus ahijados, regalaba zapatos, ropa, carteras, libros. Bueno, era también un poco “travieso” en cuanto a la “bragueta” se refiere. Regalaba carros y apartamentos a cuanta novia se conseguía.
Algunas de esas mujeres, como Lucy Pérez y Margarita Sánchez, conservan todavía los apartamentos de amor en Bello Campo. Bueno, mi comandante presidente millonario (el llamado CP) también regalaba zapatos, libros, uniformes, casas, neveras, en fin. Qué locos eran mi tío y mi presidente.
Hay un par de países que conservarán por muchos años esos generosos regalos. Mi tío besaba viejitas, cargaba muchachos, jugaba dominó, cantaba, era un verdadero animador, un showman. Mi CP, igualito a mi tío, besaba viejitas, cargaba muchachos, cantaba. Hacía un espectáculo todos los domingos del mundo que costaba un ojo de la cara, pero cómo se divertía mi CP, era el centro de toda la atención. Mi tío, Gabriel José, siempre era bienvenido a todas las fiestas patronales, padrino de promociones, todo el mundo le reía los chistes. Igualito a mi CP; en esos saraos domingueros, todo el mundo se reía de sus cuentos, recuerdo un morenito llamado Arrastrábulo, era quien más gozaba. A mi CP le gustaba que fueran todos vestiditos de rojo, en honor de los Diablos de Yare.
Cuando la economía mundial se problematizó un poco y el precio del oro negro bajó un significativo porcentaje, la vaina se enredó. Pero mi CP siguió regalando como si nada. En cada país que visitaba soltaba un realero, compraba un vainero y pedía fiao. Era un maestro pidiendo prestado. Cuando mi tío empezó, digamos, a arruinarse, mucha gente no lo saludaba, ni le reía sus chistes, ni lo invitaban a los jaleos y parrandas; se puso muy triste, hasta Emperatriz, la que fue Miss Caribe por esa época, su novia oficial, le dio la espalda. No es lo mismo tener dinero para comprar amigos que ganárselos por admiración, solidaridad y verdaderos sentimientos.
A mi CP le está pasando lo mismo, ya no tiene el dineral que exhibía en años anteriores. La gente empezó a cansarse. El primer síntoma del desencanto fue la protestadera. Caramba, por todos lados, todo el mundo reclamaba cosas que mi CP no podía darle, a pesar que las había prometido, caracha, y hasta un río para nadar y navegar ofreció, creo que era el Guaire, pues había gastado todos los ahorritos en regalos y en proyectos supergigantescos y estúpidos. El señor Yordami, uno de sus amigotes, dijo que se habían “emborrachado con el dinero”.
Volviendo a mi tío, llegó un momento en que no tuvo más ingresos, y allí sí fue el desastre. Nadie quería ayudarlo en esos trances. Estaba solo y deprimido. Y a mi CP empezó a sucederle lo mismo, es como un síndrome, una maldición, un castigo.
Todo mandatario musiú que lo recibía quería dólares, negocios, contratos, y a mi pobre CP no le quedaba nada. Coño, dicen que ni para pagar aguinaldos a sus trabajadores, cuanto menos para asignar recursos para las distintas catástrofes que sacudían a su patria. Simplemente, no había real. Mi tío y mi presidente botaron la bola. Mi tío murió pobre, desamparado y solo. Mi presidente terminó arruinando su país, lo llenó de deudas y de odio. Si esta fábula tiene algún sentido, es precisamente para destacar que mi supuesto tío espera la resurrección de los muertos, que es obra divina, mientras la real Venezuela espera confiada el regreso de la democracia, que es obra nuestra. Pobre tío.
Pobre presidente.
EDUARDO SEMTEI
esalvarado1000@yahoo.com
Política | Opinión
EL NACIONAL
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