Chávez comprobará en 2012 que quienes tienen ojos
vieron y quienes tienen oídos escucharon
A propósito de las torrenciales lluvias que han causado la pérdida de numerosas vidas humanas, derrumbes masivos de viviendas precarias, destrucción de vías urbanas y rurales y la merma de cosechas, la primera página de El Nuevo País ilustra la Venezuela arrasada por la impericia, improvisación y sectarismo enfermizo de quien está obsesionado por eternizarse en el poder: “Venezuela se ahoga y no hay salvavidas”. ( 01-12-2010).
Después de dos semanas de diluvio Chávez se dio por enterado de que las lluvias eran una tragedia nacional, obcecado como estaba con su perorata política, incluido el bochorno del Salón Elíptico y su innecesario viaje a Surinam, donde dejó “una lluvia de regalos”, como denunciase el coordinador de Primero Justicia, Julio Borges. Para ese entonces Juan Manuel Santos llevaba diez días visitando los más apartados lugares de Colombia anegados por las lluvias y dando recursos y consuelo a sus paisanos. En el estado Miranda hemos visto al cada vez más admirado gobernador Henrique Capriles Radonski demacrado por el agotamiento a causa del intenso trabajo sostenido día y noche durante más de dos semanas en Barlovento y en todas las zonas inundadas de su estado, salvando vidas y llevando ayuda, sin ningún apoyo del Gobierno central, a pesar del miserable presupuesto asignado a las regiones. ¿Y qué hacía Chávez mientras los venezolanos pobres perdían sus enseres, sus viviendas y hasta sus vidas a causa de las lluvias? Pues convocar en el Salón Elíptico el grotesco show en el que ordenaba a sus poderes inhabilitar a los 67 diputados de oposición (ya comenzaron con Mazuco) y convertir a la FAN y la AN en un aquelarre de izquierdistas extremos.
Cierto que el Gobierno no es culpable de la ocurrencia de lluvias tan intensas y continuas, pero sí es responsable -como dicen los expertos- de no haber tomado previsiones para que sus efectos fueran menos destructivos. Nadie puede justificar los terribles daños en las vías, si hubiesen tenido mantenimiento constante, causa que hace hoy de Venezuela un país incomunicado. El Gobierno no puede eludir su culpa en la muerte de tantas personas sepultadas, entre ellas tres niñas de la misma familia del barrio El Manguito de San Agustín del Sur, a la que el Gobierno le había prometido una casa hacía más de 4 años (“aquí vienen, censan, prometen y no cumplen”). Esa misma noche murieron tapiados cuatro niños más en Caracas, en zonas que durante años han producido miles de damnificados a quienes Chávez prometió casas que nunca fueron construidas. Las más de 8 mil familias afectadas en las barriadas del área metropolitana están hoy en refugios insalubres, durmiendo en el piso sobre cartones, en carpas o enviados a hoteles citadinos, cuyos dueños han sido amenazados con la confiscación por los funcionarios del alcalde Jorge Rodríguez si no ceden un mínimo de 30 habitaciones (en algunos casos exigen hasta 50) donde alojar a los damnificados, a quienes tienen que alimentar y hospedar gratis e indefinidamente. Los obligan a declarar por escrito que la cesión es de manera voluntaria y que los posibles daños corren por cuenta de los propietarios.
Las lluvias caen sobre un país destruido por doce años de negligencia, impericia y corrupción. Las muertes y derrumbes de estos días podrían haberse evitado si Chávez hubiese construido cien mil viviendas por año, tarea posible de haber establecido reglas claras con el sector privado de la construcción. Ese millón doscientas mil viviendas nunca fueron edificadas porque los enormes recursos recibidos (más de un billón de dólares) fueron dilapidados en armas de guerra, corrupción y ayudas millonarias a sus camaradas de Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros. Estos días un Chávez nervioso abre las puertas de Miraflores y Fuerte Tiuna a unos pocos damnificados, a quienes cínicamente promete una feliz Navidad con hallacas, pan de jamón y Niño Jesús. Promete refugios temporales y la construcción de miles de viviendas a corto plazo. Miente de nuevo. En el presupuesto de 2011 solo el 8,1% de lo asignado es para viviendas e infraestructura. Apenas el 1,5% del PIB. Casi cuatro veces menos que lo asignado por otros gobiernos con el petróleo por debajo de $ 20 el barril. Hoy promedia $ 72.
La ineptitud, negligencia, imprevisión y sectarismo se repiten: los alcaldes chavistas y Jaua solo ayudan a los rojitos, en gestos despreciables criticados hasta por los suyos. Los deslaves y damnificados de hoy se encuentran con un Gobierno tan inepto como el de 1999. Chávez comprobará en 2012 que quienes tienen ojos vieron y quienes tienen oídos escucharon los horrores de una revolución sectaria, incapaz, corrupta y deshumanizada, que en nada se parece al paraíso prometido.
MARTA COLOMINA | EL UNIVERSAL
mcolomina@gmail.com
Domingo 5 de dic. de 2010