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ANA JULIA JATAR: Este Gobierno está muerto

No, este no es un título subversivo.

 

Es simplemente la única manera de describir lo que estamos viviendo: el caos, la desidia, la ineficiencia y, sobre todo, el irrespeto a la vida de todos. Este Gobierno está muerto de dejadez, de odio y de un enfermizo narcisismo chavista que no nos deja otra alternativa que actuar en consecuencia. Lo consideramos muerto porque nos ha demostrado que no le importa que nos maten.

Tenemos que asumir nuestra responsabilidad. Y es que para algunos, Venezuela es un caos pero para otros ya somos un cementerio. Y no debe extrañarnos que se piense así, pues ante el colapso de viviendas, de niños con frío durmiendo a la intemperie, en el estado Falcón o en el 23 de Enero, tenemos un Presidente que ofrece unas carpas en Miraflores. Es decir lo que le importa a Chávez no es la muerte de los venezolanos, sino cuán bueno es él ante las cámaras. Qué asco.

Este es un Gobierno que cose pero sin hilo, y desgaja lo que pretende coser. En otras palabras, es una tragedia. Todos tenemos amigos o familiares muertos, robados, exilados, encarcelados y/o arruinados.

Sumados a los 100.000 muertos por “violencia” desde que este Gobierno tomó el poder, más los miles de muertos en nuestras inhumanas cárceles, ahora cargamos en nuestras espaldas con miles de personas que han perdido sus hogares por las lluvias diluvianas que nos azotan sin la respuesta de un Gobierno que siempre está “desprevenido”. Sí: desprevenido con la crisis eléctrica, con la del agua, con la falta de alimentos y de vivienda. Pero quiero concentrarme en esta tragedia, la que estamos viviendo hoy. Por eso me pregunto: ¿Cómo puede un Gobierno estar desprevenido luego de las inundaciones que nos llenaron de luto en diciembre de 1999? Han pasado once años desde que Chávez decidió no posponer las elecciones pautadas para el 15 de diciembre de 1999 a pesar de los peligros que corría la población. Han pasado once años desde que Chávez rechazó la ayuda internacional porque estaba “sobrado” para enfrentar la crisis. Lo cierto es que todavía existen damnificados sin esperanza y niños que nunca aparecieron. Sumar esos muertos a la oprobiosa lista actual dan ganas de llorar.

¿Y es que no aprendieron nada de esa experiencia? Me da vergüenza como venezolana tener que aceptar que no sé cuántos muertos siguen en el fondo del mar Caribe sin nombre y sin que nadie los haya contado ni recordado. Recordemos que el Gobierno manejaba números entre 20.000 y 30.000 seres humanos arrastrados por las gigantescas piedras y los imparables torrentes de agua de las montañas en el estado Vargas.

El Gobierno escondió la verdad y la magnitud del problema porque quería que su gente fuera a votar a favor de la nueva Constitución ese fatídico 15 de diciembre en medio de los torrenciales aguaceros. ¿Y qué hemos aprendido? Que murieron miles de personas por no ser evacuadas a tiempo, muchas de las cuales lograron votar por una Constitución que también ha sido asesinada.

Los gobiernos, al igual que los seres humanos, se miden por la manera como enfrentan y aprenden de sus problemas. El huracán Katrina mató a 1.000 almas y le costó al gobierno de Bush un gran descenso en su popularidad, pero causó que el Gobierno aprendiera una lección que evitará que un error así se vuelva a cometer. La vaguada de diciembre de 1999 mató mucha más gente, pero la sociedad venezolana poco logró aprender para prevenir tales tragedias. Este Gobierno está muerto, pero asumamos nuestra responsabilidad, porque, como refiere el dicho, “si me engañas una vez, vergüenza para ti; engáñame dos veces, vergüenza para mí”.

ANA JULIA JATAR
anajulia@msm.com

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