Lluvias rojas: Y muertes rojitas
El Presidente montó su show y aloja en Miraflores a 25 familias damnificadas (antes la propaganda chavista las llamaba dignificadas) para tratar de lavar la cara del Gobierno ante esta tragedia nacional que sacude todos los estados del país. En un primer momento, desde la Presidencia de la República no hubo acción alguna dirigida a paliar las consecuencia de las lluvias intensas porque estaban preparando encuentros programáticos (¿?) con el jefe del Estado o en campaña electoral, lo cual es una típica forma de perder el tiempo y gastar dinero público entre la corrupta dirigencia roja rojita.
En principio, se trató de ocultar la magnitud de lo que estaba ocurriendo porque las primeras manifestaciones del desastre tuvieron lugar en el estado Miranda, una zona que los chavistas consideran que no es parte de Venezuela porque gobierna la oposición. Hay que ser bien tonto para creerse esta monserga, pero si los ciudadanos ven los noticieros del oficialismo se encuentran con esta dramática y fanática ignorancia sobre la realidad del país.
Mientras los ríos se llevaban casas y sembradíos de los campesinos venezolanos y las lluvias arrastraban los ranchos y callejones en los barrios de Caracas, el Presidente repartía alegremente una parte del presupuesto nacional en unas casas para Surinam y unas compras de arroz a Guyana. Pero lo peor es que regresó a un país anegado y entró en un mutismo excepcional en él, como si apenas se estuviera enterando de algo que le era extraño.
Quizás su conciencia le recordó la manera fría y cruel como se comportó en el año 1999, en la tragedia de Vargas, cuando le importaron más los resultados electorales que la vida en peligro de los habitantes de La Guaira, que pasaron las de Caín a la hora de recibir no la ayuda indispensable sino la mínima atención del nuevo Presidente que, por desgracia, estaba enfocado y ensoberbecido en el recuento de sus votos rojitos y no (como sí estuvo grandiosamente el país entero) en el recuento de los muertos y en la ayuda de las víctimas que había que rescatar y sacar hacia la vida.
Ahora se repite el sainete: familias a Miraflores y al Cuartel de la Policía Militar, cuando bien podía trasladar esas tantas familias a los hoteles que los cubanos ocupan en Caracas y el resto de las capitales de la provincia. Si son 60.000 mercenarios fidelistas, pues tenemos la posibilidad de albergar, si los cubiches se van, a tantas otras familias venezolanas que bien se lo merecen porque nacieron aquí y aquí merecen seguir su vida, porque no son gente importada por el Gobierno.
El Presidente quiere los campos de golf para viviendas pero ni siquiera ha podido construir nada en las áreas militares de Fuerte Tiuna. Mientras tanto, hay una decena de Círculos Militares por todo el país, con habitaciones confortables y canchas de tenis y piscinas listas para recibir con tiendas de campaña a los damnificados. Atrévase pues.
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL
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