La crisis eléctrica es como uno de esos
muñequitos que llaman “porfiados”
Usted los tumba y se vuelven a parar automáticamente. El gobierno anuncia a cada rato que lo peor de la crisis ya pasó e inmediatamente vienen noticias de toda Venezuela dando cuenta de apagones a cada rato. Hasta en Caracas se han producido breves cortes de luz en algunos sectores. En un rapto de deseos que no “empreñan”, el gobierno decide suspender el racionamiento “programado” y reaparece el racionamiento “no programado”, es decir el de los apagones por la libre. Desde que Alí Rodríguez se encargó del flamante Ministerio de la Electricidad viene informando del superplan de incorporar a lo largo de este año 5.000 megavatios a la capacidad nacional de generación eléctrica y ya estamos a punto de cerrar el año sin que se haya llegado ni siquiera a la mitad de la meta planteada. Este resultado no era difícil de prever, dada la insondable incapacidad administrativa y gerencial que caracteriza al régimen. Puesto a prueba en la emergencia, el gobierno viene siendo raspado.
La ironía máxima que nos ha tocado vivir es la de Guri.
Durante los meses de sequía Chacumbele y su coro hicieron lo imposible por convencer al país de que la crisis era consecuencia de las travesuras de El Niño, causante del prolongado verano y del descenso del nivel de las aguas en la gran represa guayanesa. Pues bien, llegaron las lluvias, se llenó Guri e incluso sobrepasó los 271 metros de su nivel óptimo de operatividad, hasta el punto de que hay que aliviar el nivel de sus aguas y, sin embargo, nada que cede la crisis. Peor aún, puesto que las máquinas de la represa fueron sobreexigidas durante los peores meses de la escasez, para compensar, riesgosamente, el déficit de energía termoeléctrica, se han producido, como era previsible, daños en las salas de máquinas. De las veinte turbinas de Guri hay siete que no funcionan. Es apenas en el presupuesto para 2011 cuando aparecen, al fin, las partidas para la reparación de seis de las turbinas dañadas. No se puede negar que se trata de un notable sentido de la emergencia y la urgencia. Ha habido plata para los bonos de los empleados públicos de Nicaragua, pero no la hubo para atender las lesionadas turbinas de Guri. Lo cierto es que al pasito tun-tun que lleva el desarrollo de energía termoeléctrica y la reparación del sistema de transmisión, se suma ahora la perspectiva de un descenso en la capacidad de generación de Guri, que, como se sabe, proporciona el 70% de la electricidad que consume el país. De la capacidad total del Bajo Caroní, 15.558 megavatios, lo más que se le puede sacar hoy son 11.300, porque también en la represa de Caruachi hay daños en las turbinas y su capacidad de generación ha disminuido en un tercio.
Como ha ocurrido a todo lo largo de la crisis, Caracas ha estado protegida por el desvío de electricidad del interior hacia la capital, para impedir cortes de luz en ésta, cuyo rebote político el gobierno teme como el diablo a la cruz. ¿Cuánto más podrá el gobierno sostener este juego artificial, sobre todo a la luz de los inquietantes informes que salen de la planta de Tacoa?
Por: Teodoro Petkoff