El proyecto…
Estuve en el chavismo un buen rato. De aprender, no aprendí nada. Como experiencia no me quedó gran cosa. Jamás supe de una discusión política o científica. En el chavismo no se discute, se obedece. En estos tiempos, se oye permanentemente, cuando se trata de ejecutar una orden sin previa consideración o debate, “decisión del CP”, asimismo del CP para referirse al comandante-presidente.
Personas ¿serias? como Alí Rodríguez, o muchachones como Jaua, o militares como Ameliach, o civiles como Rafael Ramírez, hablan del CP.
A secas. Lo que dice el CP es ley inexorable; bueno, por algo es el CP. ¡Y del proyecto! Cuando Cilia Flores puso su rodilla en tierra y Darío Vivas se halaba los pocos pelos que le restaban defendiendo las cooperativas, hablaban de que ese era el “proyecto”.
Corrían lo años en lo cuales el CP hablaba a borbotones de las cooperativas que crecieron de unas pocas a centenares de miles. No queda ninguna operativa. Cerraron todas. Se perdieron millones de millones, de millones. Con razón los precios del petróleo, por más que suban, no se traducen en desarrollo sino en inflación y recesión. Nadie, amigos míos, por Dios, los que aún quedan engarzados con el CP, ninguno de ustedes tiene derecho de criticar al CP. La obediencia ciega es fatal. Finalmente, se le pasó la manía de las cooperativas, la realidad demostró que algo hacía falta. Que la iniciativa privada estaba ausente.
Es tan simple reconocer que sin el sector y la iniciativa privada los países parecen estancarse. ¿No lo creen mis añorados amigos rojos? ¡Pregúntenle a Fidel que quiere imitar a China! Mejor, pregúntenle a los mismos chinos, primeros compradores de autos de lujo del mundo.
Tamaño fracaso.
Llegó la reforma constitucional. El proyecto cambió.
El CP cambió. Cuando el CP cambia, todo cambia. Es la dialéctica superior. El pueblo es sustituido por el partido.
El partido es sustituido por el comité central. El comité central es sustituido por el secretariado político. El secretariado político es sustituido por el secretario general. Estalinismo puro. Concentrado. Aberrante. Odioso.
Y mis amigos chavistas: ciegos, mudos y sordos. Caramba, amigos míos, ¿dónde demonios está escrito el proyecto? No puede ser la Constitución, ya que el CP la quiere cambiar de cuajo; bueno, la quiere terminar de cambiar. La mayoría votó contra la reforma constitucional, ¿y qué dijo el CP? Que era una victoria de mierda.
Luego el Presidente cambió el discurso, entonces fue el desarrollo endógeno. Nuevamente, la amiga Cilia con sus rodillitas en la tierra, y Darío despellejándose de tanto halarse el cabello. E Isea, jala que jala. Adherencia testicular. El proyecto tenía un nuevo rostro. Endogenismo puro. Un feliz endógeno para ti. Un feliz endógeno para mí. Endógeno para todos.
Un feliz año. Repito. Hitcher, tú que eres hombre de ciencia, o Jacqueline o Farruco, que son ingenieros, ¿dónde está escrito el proyecto para comentarlo? El CP, ante el fracaso absoluto, radical, total, demoledor del endogenismo, cambió para las unidades de producción socialista. Y arrancó la expropiadera. El proyecto cambió. Y nuevamente nuestros tristes personajes, ritornelo, con sus rodillitas escarapeladas en el pantano de la adulación, en carne viva, jurando y defendiendo “el proyecto”. Caracha, compadre, de verdaíta, juro por Dios que quiero leer algo del proyecto. ¿Dónde lo consigo? ¿Dónde lo leo? ¿Por qué va cambiando? ¿Quién, dónde, cuándo, cómo lo cambian? Y lo peor es que mis viejos amigos se tuercen de indignación y me miran con rabia defendiendo el proyecto que yo, supuestamente, ataco inconscientemente.
¿Cómo se ataca lo que no se ve, lo que no se lee, lo que no existe sino en la mente febril del fabricante de castillos de anime y de sueños empobrecedores? Pero todo es inútil, mis viejos y queridos amigos, de tantos recorridos, defienden ciegamente un proyecto que nunca existió. Inasible. Etéreo. Imaginario. Mientras tanto, inseguridad, inflación, despilfarro, corrupción, impunidad, recesión, crisis, represión. Qué años.
Por: EDUARDO SEMTEI
esalvarado1000@yahoo.com
Política | Opinión
EL NACIONAL