El premio no conlleva ninguna recompensa
en metálico (léase popularmente billete)
A cabo de recibir un reconocimiento del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) y me siento obligado a compartirlo con los lectores de Tal Cual , porque proviene, fundamentalmente, de mi desempeño en este diario y de las dificultades que ello ha conllevado y también con mis valientes colegas comunicadores de Venezuela, porque creo que el galardón involucra todo el trabajo de los periodistas y comunicadores de nuestro país que cada vez despierta más inquietud y preocupación en el mundo, por las sistemáticas y progresivas limitaciones que se viven en el terreno de la libertad de es presión.
La verdad es que se nos ha vuelto cotidiano trabajar bajo presión, prisión, multas, sentencias, leyes intimidatorias, amenaza de sanciones, agresiones verbales y acusaciones de “terrorismo mediático”, “agentes de la CIA”, “incitación al magnicidio” y una larga lista de etcéteras. Sin embargo, aunque a nuestro gobierno e instituciones jurisdiccionales esto les parezca normal, hay organizaciones internacionales que no piensan igual y que se comprometen con la defensa de la libertad de expresión, como es el caso del CPJ, una organización independiente, conformada por un equipo de especialistas de la más diversa procedencia y origen, que investiga y atiende las violaciones y diferentes amenazas que a la libertad de prensa se hacen en el mundo, entre otras cosas, divulgándolas a partir de investigaciones independientes realizadas por el comité, sin recibir fondos de gobierno alguno.
Esta organización entrega un premio anual, que quien suscribe recibió junto a tres comunicadores, uno de los cuales, Mohammad Davari de la hermana República de Irán, no pudo ir a recibirlo por encontrar se en prisión; una periodista de Rusia, Nadira Isayeva de Daguestán (Se preguntará el lector dónde están los de Daguestán.
Pues están en la Rusia de nuestro hermano Putin). Nadira ha sido amenazada con prisión, y Dawit Kebede, que estuvo en cárcel por dos años en su Etiopía natal.
El premio no conlleva ninguna recompensa en metálico (léase popularmente billete), notificación que se hace a los fines respectivos, por si acaso y para ahorrarle a la crítica esfuerzo perdido por ese lado.
Se entrega en Nueva York en el marco de una cena para recoger fondos para el sostenimiento de la institución. Me sentí muy honrado y contento de saber que hay voces que claman en los desiertos. Además, en la gran manzana uno se siente bien, porque la ciudad copia muchas cosas de nuestra Caracas: Tienen un Radio City, como el que tenemos nosotros en Sabana Grande y también un cine Broadway, como el de Chacaíto (solo que ellos lo conservan todavía); una quinta avenida, como la de los Palos Grandes y un Parque Central como el nuestro. Sin embargo, a pesar de las similitudes el norte es una quimera, como dice el popular merengue: Hay una sensación de orden que aturde. Todos llegan a tiempo a las reuniones, los taxis no cobran lo que les da la gana, el Metro es demasiado puntual, todos suponen la honestidad de los demás y las mamás no cocinan, sino el día de acción de gracias. Sin embargo, los trenes también fallan; en el trayecto a Nueva York un tren de Amtrak se accidentó a medio camino y vivimos la emoción de pasarnos de un tren a otro en plena vía, como si de abordaje de película de vaqueros se tratase. Traté de organizar una protesta, pero me acordé del Metro de Caracas. Yo le dije al Sr. Carlos Lauría, del CPJ, que consideraba que esa compañía tendría que ser expropiada, a lo que él me dijo que la compañía ya era del gobierno: “¡Ah… con razón!”, pensé.
Pero volviendo al premio, en momentos de honores y reconocimientos siempre viene a mi mente la frase de Tomás de Kempis: “no eres mejor porque te alaben ni peor porque te vituperen, lo que eres, eso eres”. Pensé también en el miedo y me vinieron los versos del gran humorista Francisco de Quevedo en su epístola satírica: “No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?” …El miedo siempre existe, pero sólo hay una manera de combatirlo: hacer lo correcto.
Thanksgiving.
Por: Laureano Márquez
@laureanomar