Mi hogar está destruido…
■ Queridos lectores, desde hace once meses sufro el acoso de una joven que decidió hacer su tesis sobre mí.
Para zafarme de ella, acepté ser su “mono de pruebas” y convirtió mi vida en un infierno. Les cuento: En enero, ¡el primero de enero!, a las 7:00 am, estando bajo los efectos de la noche de Año Nuevo, recibí una llamada: A l ó , ¿ s e ñ o r C l a u d i o Ranzoa…? ¡Nazoa…! ¡Soy Claudio Nazoa! Perdón… perdón… perdón… quise decir Piazoa…
¡Señorita!, porrrr favorrr…
¿Sabe usted qué día es hoy y qué hora? Sí… Hoy es primero de enero del… del… ¡Mamá!, ¿estamos en 2010 o en 2011?… Ya va, un momentico… Sí, efectivamente es 2010 y son las 7:00 de la mañana, señor Aquiles…
¡Yo soy Claudio Nazoa…! ¿Entendió? Sí, señor huevo, perdón… es que me confundí. Lo que pasa es que Laureano Lovera me dio su número y…
¿No será Laureano Márquez? dije tomando cuatro Parsel con un fondito de whisky viejo.
¡Ahhh…! ¡Sí! Por cierto, ¡qué bien maneja los muñecos de Kino y Lalo y bien bonito Musipán, el pueblo que fundó en Mérida…! ¡Basta! grité ante tanta demencia y equivocación. ¡Yo soy Claudio Nazoa!, el comediante. ¿Será conmigo que usted quiere hablar? ¡Claro, yo siempre veo sus caricaturas en El Nacional…! No pude más y colgué, no antes de tomar cuatro Parsel más.
Transcurrió un mes y yo aún no sabía si esa llamada era producto del exceso de alcohol de la noche de Año Nuevo o si había tenido una horrible pesadilla. Lo cierto es que más nunca pude dormir en paz pensando que aquel tormento podría repetirse. Dicho y hecho.
Esta vez, como casi todos los viernes, me encontraba en la carretera panamericana haciendo el amor cuando de pronto comenzó a sonar el celular mientras mi amante, jadeante, decía: “Atiende… atiende… A lo mejor a tu esposa le pasó algo…”.
Con el apuro de que el efecto del Viagra ya casi caducaba, traté de concentrarme mientras, hipócritamente, le susurraba a la dama: Nada es tan importante como este momento, mi amor…
El celular dejó de sonar y comenzó a repicar el teléfono del hotel. No pude más y atendí: Señor, Claudio… ¿Se acuerda de mí…? Sí, soy la tesista que lo llamó el otro día, ¿se acuerda? Le voy a pasar a mi mamá…
¡Mamáaa…! Ella quiere invitarlo a la casa.
Pero…
¡Ay, gracias por ayudar a mi hija! ¡No te vistas! Espérate, mi amor…
¿ C ó m o d i j o , s e ñ o r Aquiles…? Señora, no es con usted.
¡Y no me llamo Aquiles! ¡Soy Claudio! Bueno, quiero invitarlo a mi casa para comer bollo, hallaca y una ensaladita de gallina que tengo congelada desde diciembre.
Ya estaba atrapado. Perdí a mis amantes. Mi esposa me tiene amenazado y no cree que una madre me ofreció bollo, hallaca y ensalada de gallina en noviembre, con la intención de que ayude a su hija a graduarse ya que, al parecer, ella tampoco la aguanta en su casa.
Mi hogar está destruido. Mi esposa se cuaimatizó al extremo.
¡Viejo verde! ¡Seguro que esa es una muchachita! ¿Tú crees que yo soy pendeja y no me doy cuenta…? Bueno, hasta aquí mi llantén.
Disculpen si los he molestado pero es una forma de descargar tantos desvelos y penurias por culpa de una tesista, quien no contenta con enloquecer a sus profesores y destruir su propio hogar, está derrumbando el mío. Al final, acepté la invitación de la mamá y tuve que comer un bollo y una hallaca fría, acompañados por una ensalada de gallina en cubitos.
Sólo le pido a Dios que la tesis guste, no vaya a ser que tenga que empezar todo de cero.
Por: Claudio Nazoa
Humor | Opinión
lunes, 23 de noviembre 2010
EL NACIONAL
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