Los motorizados: Esta anarquía
también es hecha en socialismo
Si algo refleja con bastante exactitud la grave situación de anomia, caos, descontrol, pérdida de valores y falta de autoridad del gobierno, es la forma en que se conduce esa nueva casta social que la gente llama motorizados, así, en general, “los motorizados”.
Los motorizados, según la clasificación de la consultora QUITATEDELMEDIO LTD, empresa experta en materia de estudios sociales y muy especialmente en asuntos relacionados con estos jinetes del Apocalipsis, se dividen en dos grandes sectores: los motorizados buenos y los motorizados malos. Sencillo, pues. No obstante, alguna categorizaciones más estrictas no dividen esto así, y se limitan a señalar que todos, absolutamente todos los motorizados son unos malandros de siete suelas, como le decía Chávez a Alan García en tiempos de fiebrosa belicosidad internacional.
A los fines de este tratado sobre ruedas calientes tomaremos la clasificación de la empresa QUITATEDELMEDIO LTD, pues permite dejar un canal de circulación libre a la hora de hacer la histórica excepción a la norma; no todos los enchaquetados de casco son unos redomados malandros.
En efecto:
Hay claramente dos categorías y, así por no dejar, es la opción más políticamente correcta. Es como decir que todos los chavistas son malandros. Eso, a todas luces no es correcto. Y, aunque las apariencias engañen, hay que hacer la distinción: ¡No, por favor, no todos los chavistas son malandros!
En al ámbito de los motorizados vamos igual.
Motorizados buenos:
Es un grupo minoritario ¿Cómo se les reconoce? No es fácil, pero tienen un buen número de características propias y de señales que le permitirá distinguir a la hora de soltar una mentada de madre, probablemente injusta. El asunto no está en la moto. Pueden andar en Vespas inofensivas o en tremendos caballos de 1.000 millones de bolívares. Se trata de motorizados que casi siempre trabajan en otra cosa que no tiene que ver con la moto. La usan para desplazarse. No para atropellar a la gente. Puede que algunos mensajeros de empresas o de servicios de encomiendas se metan en esta categoría, pero no es la generalidad. Los mensajeros también le meten al loco de la manera más descarada. La mayor parte de esta especie está en la categoría de los malos. Aquí, en el sentido más estricto, se ubican profesionales y empleados en tránsito a sus trabajos tratando de solventar de la mejor manera los peligros de Caracas y las colas de esta capital socialista. Muchos andan incluso de paltó y corbata. Muchos cargan maletines. Todos tienen cascos. Gente seria que no quiere ser víctima del tráfico y prefiere mantener su nivel de stress más o menos aceptable. Este grupo, contrario a lo que se piensa, lleva leña de todo el mundo. Los vigilantes los matraquean, se paran en los semáforos, no atropellan señoras, intentan no matar a los niños y, esto es seguro, no andan armados ni le arrancarán el celular al menor descuido. Esta es la fracción de ciudadanos decentes que no tiene más remedio que montarse en estos aparatos a ver si llegan vivos a sus trabajos o a sus casas. O, con un poquito más de suerte, el bando contrario no los roba también. Hecha la distinción fundamental, hay que agregar a este lote a esa suerte de hippies otoñales que, colita canosa de por medio, andan en unos trasatlánticos disfrazados de moto. Lo de este grupo es comer flores gastando gasolina. Recorren el país, los fines de semana. Pasean por la ciudad entre sábado y domingo. Nada qué temer. Son los sesentosos que se niegan a guardar las chaquetas de cuero y las camisas de bacterias. No son patoteros ni nada por el estilo. De hecho, si se descuidan, también puede terminar atracados por sus colegas del bando de malucos.
Motorizados malos:
Si algo ha producido la revolución es esta camada de hombres nuevos socialistas. Este grupo es una verdadera plaga social. Aquí se reúne la más amplia exhibición del infierno en la tierra. Siguiendo las clases magistrales del líder intergaláctico, a quien las leyes y la Constitución le saben a perro caliente, este grupo social hace en las calles de Caracas lo que les sale del arco de triunfo, lo que les da la gana y lo que les provoca sin más límites que sus propias pistolas, cuchillos, motos o palos. Son una secta criminal. Atacan en grupo como las hienas. Los ataques grupales pueden ser para despojarlo a usted de su reloj, lapicero, cartera o, lo que parece ser el favorito, el Blackberry. También atacan en grupo cuando alguno de ellos cae en batalla. Es decir, cuando por sus abusos e imprudencias algún ciudadano común y corriente; es decir, un pendejo más, se le ocurre dejarse chocar por uno de estos bárbaros. Prepárese que viene la pata gigante, las hienas al ataque, a quitarle lo que tenga con tal de ejercer su rol de asalta caminos en moto. Ya por ahí aflora un primer detalle de este grupo. Son ladrones en moto, son delincuentes motorizados. Lo demás es candela. Andan armados, trabajan en coordinación con otros colegas del sector maluco. Se apoderan de los canales de las autopistas a tal punto que nadie puede cambiar de canal, no importa que saque manos, ponga luces o grite como loco. No podrá y punto. Y si se mete puede terminar atacado pro las hienas en plena vía.
Este sector criminal ha logrado, además de reflejar el producto de una revolución, constituirse en un importante elemento de poder. Son chavistas por naturaleza y tienen un gobierno que les teme y por eso los apoya. En muchos casos de malandrismo político son aliados oficiales del chavismo. Se saben poderosos. Son más fuertes que el gobierno. Y es que la autoridad no siquiera los mira. Es que no se mete con ellos. Los payasitos, muchos de ellos, que hacen de fiscales de tránsito les tienen pavor. No solo a los motorizados, también a los autobuseros y a los camioneteros, pero eso es otro tema.
Así que los motorizados malos, conocedores de su poder, dominan la ciudad. No hay ley en el mundo que los controle o los atrape. Y hacen lo que les da la gana con la gente y con el gobierno. Sobre todo con el gobierno.
Esta anarquía también es hecha en socialismo.
SOBRE LA MARCHA
Por Elides J. Rojas L.
Twitter: @ejrl