HomeVenezuelaMazuco: “Perdí 25 kilos en un año”

Mazuco: “Perdí 25 kilos en un año”

Sánchez Montiel, abogado, comisario y diputado a la Asamblea Nacional. Sigue bajo el régimen de casa por cárcel en Maracaibo, pese a que el 26 de septiembre el pueblo le concedió la inmunidad parlamentaria con una arrolladora victoria.

Mazuco narra su historia como el preso
político más emblemático del Zulia (Parte IX)

 

 El diputado José Sánchez Montiel hurga en las entrañas de sus tres años de encierro en la cárcel militar de Ramo Verde. Hoy aborda sus enfermedades. Mañana ampliará las denuncias.

Cuando llegué a Ramo Verde pesaba ciento cinco kilos, era sano, atlético y muy fuerte físicamente. Al cumplir un año mi peso estaba en ochenta kilos, la ropa me bailaba y mi piel era amarillenta.

El frío en esa montaña era insoportable por las noches, el agua para el baño era helada y en general las condiciones ambientales facilitaban el auge de las bacterias. En ese tiempo me enfermé de neumonía dos veces.

Mis pulmones se infectaron y no paraba de toser. De madrugada era tan horrible mi cuadro que otros presos se acercaban a brindarme asistencia casi sin recursos. Después de reponerme a medias asistí a la capilla para una misa y el sacerdote, cuando terminó se me acercó para decirme que solicitara mayor ayuda médica porque mi aspecto era delicado.

Para colmo perdí el apetito. La escasa comida de la prisión me producía náuseas. Eso me debilitó mucho más.

Una noche yo temblaba de escalofríos, arropado hasta la cabeza, cuando un compañero me dice que por el canal del Estado me están destrozando en un programa de medianoche. No me pude levantar para verlo, pero ahí me señalaron de las peores cosas.

En esas horas tuve que controlar los ánimos de muchos amigos ahí que al verme así se molestaban que me estuvieran insultando por la televisión. Yo tosía y los calmaba. Siempre pensaba que arriba hay un Dios.

II

Por lo general traté siempre de arreglar mis problemas de salud para no complicar más las preocupaciones de mamá, mi esposa y mis demás familiares. De todos modos se alarmaban al fijarse en mi apariencia y en mi tos.

Extrañé el calor familiar, las atenciones de la madre en momentos difíciles y la fortaleza que me daba mi esposa. Uno de los traslados entre Ramo Verde y los tribunales en Caracas ocurrió cuando yo estaba recién salido de una neumonía. Pasé todo el trayecto sufriendo por la operación comando que montaban y el temor a recaer.

En la tarde cuando regresé a mi calabozo, estaba ardiendo en fiebre, casi no podía respirar y tenía la piel de gallina. A veces perdía la noción del expediente, no tenía ánimos para leer y hasta me sentía inútil. Los abogados luchaban por mi pero mi salud no me estaba ayudando. Jamás fui un tipo frágil, al contrario me acostumbré desde adolescente a las actividades rudas, a las pesas, al deporte, al trote…a los desafíos.

Soy explosivista, con mucho entrenamiento físico. Sin embargo, en el 2008 me sentí desfallecer varias veces. Para colmo contraje un cuadro de insomnio. Pasaba las noches en vela, con resfriados, pensando y pensando.

De todos modos mi orgullo, mi coraje, me permitían mostrarme algo firme ante mis compañeros, que se habían acostumbrado a mis consejos. Yo no podía desfallecer después de brindar tantos apoyos morales.

III

En la cárcel de Ramo Verde la mayoría son presos militares por asuntos políticos, deserciones, indisciplina y conflictos personales, pero también hay soldados con problemas de adicciones. A esos muchachos les di bastantes charlas sobre las consecuencias de las drogas, sobre el daño a toda una familia y sobre la ruina social.

Los enseñé a jugar tenis de mesa, futbolito; los introduje en las pesas, en fin, algo logré. Mi mayor satisfacción era cuando se iban de baja, ya libres. Se despedían prometiéndome acatar las orientaciones, dándome las gracias y hasta orando por mi salud.

En ocasiones estallaban riñas y yo era el primero en mediar. Varias veces senté frente a mí a muchachos que mantenían disputas permanentes. Logré reconciliar a varios. Reflexioné en varias de esas noches de insomnio sobre la pobreza de los familiares de los presos en Ramo Verde.

Con muy contadas excepciones, llegaban señoras y señores a las visitas con semblantes tristes, sombríos. Debe llegar el momento en que se haga un estudio a fondo sobre las condiciones de los oficiales de mediano y bajo rango, así como de los policías de la Metropolitana, y en general de todas las policías. Les rodea demasiada pobreza en el entorno familiar.

Un policía preso, es una desgracia en la familia. Ahora conozco mejor, por ejemplo, el sueldo de un capitán, un teniente, un sargento. ¿Cómo viven, Dios mío?. Esa gente de la Metropolitana apenas gana para sobrevivir.

IV

Comencé el 2009 debilitado por las neumonías, el insomnio, la pésima alimentación y las continuas gripes. Por si fuera poco, la columna me comenzó a molestar. Eran dolores agudos, tal vez porque mi cama era de cemento.

El frío pareciera ser enemigo de los dolores de huesos. Era lo que yo sentía. Muchas noches tratando de dormir pensaba sobre mis males, sobre esas torturas psicológicas…bueno, todo.

Desde mi detención en la oficina de la Dirección de Seguridad Ciudadana en Maracaibo, pasando por el Cuartel Libertador y terminando con ese encierro en Ramo Verde. Me acordaba de los traslados y las suspensiones de las audiencias.

Las burlas a mi familia. El crecimiento de mi bebé. ¿Por qué yo?. ¿Esa gente sabe que soy inocente?. ¿Por qué tanta agresión?.El problema de la columna motivó a que me llevaran al Hospital Militar de Caracas para unos exámenes.

Uno de los médicos me consiguió bastante mal, conversó a solas conmigo para decirme que solicitara ayuda internacional. Otra persona me dio ánimos, arengándome a no rendirme. Me prescribieron unas pastillas y unas inyecciones que me calmaban, pero al mismo tiempo permanecí varios meses sin trotar y sin moverme mucho.

La inactividad física, en mi caso, es un castigo muy fuerte. Ese reposo obligado derivó en un nuevo hábito: Los programas de noticias y opinión de las televisoras. Creo que en el 2009 ví el setenta por ciento de las entrevistas, las protestas, las huelgas, los damnificados, los desalojos, las expropiaciones, los balances delictivos y demás contenidos que mantenían en vilo al país.

Sufrí demasiado con el auge criminal que azotaba a Venezuela, mientras yo permanecía sin poder poner mis conocimientos al servicio de las comunidades. Lo de Caracas era espantoso. La morgue de Bello Monte colapsaba con los cadáveres del fin de semana.

Las riñas en las cárceles me dejaban perplejo con ese caudal de víctimas. De mi parte, como ya dije, muchos amigos se olvidaron. Entre torturas psicológicas, enfermedades y soledades pasé tres años en esa tétrica prisión.

Sigo narrando esta historia porque debe quedar un testimonio preciso sobre los daños que se ocasionan cuando se ejerce la política con mentalidad de caníbal. Perdí años valiosos de mi vida encerrado por un delito que no cometí y que el gobierno nacional sabe perfectamente que no cometí.

He sido uno de los presos políticos peor tratados de este continente.


Por: Ernesto Rios Blanco
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