José Sánchez Montiel aún está bajo el régimen de casa por cárcel a pesar de que el artículo 200 de la Constitución Nacional garantiza la inmunidad parlamentaria tan pronto se proclaman a los diputados.
Mazuco narra su historia como el preso político
más emblemático del estado Zulia (parte X)
El pueblo zuliano quiere verlo en la calle para que se integre al trabajo legislativo. Se acerca el final de esta saga. El diputado José Sánchez Montiel describe hoy el año nuevo entre rejas. Y asoma la esperanza que sintió cuando surgió la posibilidad de la candidatura. Mañana se referirá a la campaña artesanal que lo enfrentó contra los grandes recursos del oficialismo.
Pasé tres navidades detrás de las rejas y a nadie se lo deseo. Dar el abrazo de año nuevo a compañeros presos, con la familia lejos, en esa cárcel de Ramo Verde, es un episodio imborrable.Es un dolor diferente a los otros que sufrí en estos tres años y veintitrés días.
Que me trataran como a un terrorista o que me metieran en calabozos fétidos, fue duro. Las neumonías, las gripes, las fiebres, los dolores en la columna y una luxación del hombro minaron mi salud.
Pero, caramba, recibir tres veces el año nuevo en aquella tétrica prisión, pega durísimo. La primera vez me abracé con presos y custodios, muchos lloraron.
Yo trataba de entender mi caso como una factura política, pero pensaba en mi familia. Todo fue muy diferente a los veintiún años que me habían unido a mi esposa porque siempre celebrábamos con hayacas, ensaladas, bebidas y oraciones.
Soñábamos con celebrar el primer año del bebé con una fiestecita el 21 de diciembre y otra el 24 de diciembre. Gabriel nació el 21, pero lo dieron de alta el 24 de diciembre del 2006.
En la última visita de mi esposa antes de las navidades lloró mucho. Quise darle ánimos, insistiéndole en que con mi inocencia pronto terminaría la pesadilla. Pero me equivoqué.
II
Mi segunda Navidad fue angustiante porque ya en mi familia comenzaba a invadirnos el pesimismo. Ser inocente no parecía suficiente para salir de la cárcel. El 2008 fue malísimo por mis neumonías y por los retardos procesales.
Ya se comprobaba que yo era un preso político con escasas posibilidades de salir airoso. Entonces, debí repartir ánimos a toda la familia y alistarme para el año nuevo entre rejas.
Militares y policías metropolitanos estaban ahí. Debajo de la montaña, en las barriadas, se escuchan los fuegos artificiales y hasta los disparos de armas. La música bailable sonaba en las lejanías. A pesar de tanta pobreza, la gente de los sectores populares se divierten en esas horas.
El tema ´Faltan cinco p´a las doce´nos producía nostalgia. Y ni qué decir de las gaiticas que se dejaban oír. Los compañeros presos pedían silencio para que yo las escuchara y les dijera quién cantaba.
En esos calabozos todo el mundo piensa en su viejecita, en los hijos, en las esposas, en los vecinos. Nos dábamos ánimos relatando costumbres de cada pueblo. Yo explicaba en qué consisten las de Maracaibo y la jocosidad de la gente.
Extrañábamos las misas de aguinaldo que disfrutábamos de madrugadas, las patinatas….todo. Quizás ahora con tanta tecnología llegará el momento en que las cárceles dispongan de imágenes en tiempo real para que los presos saluden a sus familias a través de Internet. Ahí dejo esa idea para que algún diputado la desarrolle.
III
El 24 de diciembre y el 31 de diciembre de 2009 tuve una corazonada. ´Se está acercando mi libertad y ni yo mismo sé cómo ocurrirá´, pensé. Era mi tercera Navidad encerrado y me aferraba con fe al crucifijo que me regaló la hermana Francisca.
En esos momentos ocupé cada soledad a rezar, a encomendarme a Dios.´Que sea la última´, me decía yo mismo.Y de verdad que comenzaron a aparecer unos airecitos. En enero del 2010, cuando autorizaron la visita de mi esposa, me comentó que había tenido sueños favorables que coincidían con mis corazonadas.
De ahí en adelante, traté de no pensar en el dolor, ni en la adversidad, sino en sentido positivo.Veía pasar las ratas, mi cama se llenaba de mariposas, los olores fétidos salían de las cloacas, sentía tirones en la columna, me retrasa-ban las audiencias y me despertaban a medianoche para supuestas requisas, pero yo ya casi no le hacía caso a esas cosas. Mente positiva.
Mi bebé había crecido bastante y estaba muy despierto. Yo prefría hablar de eso y acordarme siempre de esos instantes. Nada de echar para atrás.
Así avanzaron los meses hasta que surgió la campaña de la Mesa de la Unidad destinada a lanzar presos políticos a diputaciones. De una vez recibí desde el Zulia el mensaje en ese sentido, me lo explicaron bien y mis abogados se documentaron ampliamente.
El alivio me comenzó a llegar. Veía la televisión y cada vez sentía más esperanzas de que yo podía estar entre los elegidos por el voto popular. Yo, que había perdido veinticinco kilos en un año, y que era víctima de acosos psicológicos, recuperé mi semblante fuerte.
Salía a tomar sol al patio, me llevaba un ipod y me imaginaba que ya estaba en las playas que visitaría.Cuando se acercaba un compañero para invitarme a jugar futbolito yo le decía que no me molestara que estaba en Los Cayos.
Escuchaba conciertos para adelantar los momentos que viviría en la realidad. Otros presos me decían que me notaban eléctrico, como si no me importara la paliza que me estaban dando, pero yo les aclaraba que con el favor de Dios estaba próxima mi libertad.
Y así se aproximaron los meses decisivos. Hubo inhabilitaciones, pero yo no me angustiaba. Mi inocencia era el mayor aval para contar con el derecho de participar en las elecciones. Sentí pena con mis compañeros precandidatos que fueron inhabilitados porque imaginaba el sufrimiento de sus familias.
Fue interesante este capítulo de mi prisión. La calle lucía cerca. En las ma-nos del pueblo estaba mi libertad. Mi Maracaibo querido no me dejaría pasar más navidades detrás de las rejas.
(CONTINUARÁ MAÑANA…)
Por: Ernesto Rios Blanco
www.versionfinal.com.ve