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Wednesday, November 20, 2024
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MANUEL MALAVER: Diosdado y Maduro se pelean por los despojos de Chávez



Los venezolanos tuvimos que soportar la visión de Chávez dándole golpes contra el piso a la espada de Bolívar

Los dos han aceptado ponerse a
las órdenes del G-2 cubano

 

Puede que Chávez no esté muerto, que incluso, libre una batalla desesperada por su vida que le reporte una precaria, pero viable recuperación.

Pero lo que si no dudo es que sus herederos, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello y el vicepresidente y sucesor, Nicolás Maduro, ya iniciaron una encarnizada guerra por sus despojos que no es imposible termine con el descarte de uno y otro y la emergencia de un tercero en cuestión.

En otras palabras: que el neototalitarismo chavista empieza a comportarse de acuerdo a la dinámica del totalitarismo ortodoxo o tradicional, en el cual, ya se había escrito el guión que sigue a la muerte, o incapacidad para el mando, del caudillo-fundador, donde se prescribe que, no habiendo una norma constitucional consensuada y aceptada para la sucesión, se inicia una guerra a muerte entre aquellos que se creen o sienten sus legítimos continuadores.

Sucedió en Rusia inmediatamente después de la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924, cuando Stalin y Trotsky -sus hombres más cercanos-, tomaron posiciones para llevar a cabo una guerra civil de baja intensidad que duró casi 10 años; en China, cuando fallecido Mao Tse-tung el 9 de septiembre de 1976, Deng Xiaoping movió sus cañones rápidamente para desbaratar a la “Banda de los Cuatro” y arrebatarles el poder; y hubiera sucedido en Cuba, si Fidel Castro no sobrevive a una grave enfermedad que lo inhabilitó física y mentalmente, pero con el tiempo suficiente para hacer los cambios que atornillaron a su hermano Raúl como su heredero y sucesor.

Ahora bien, la Venezuela chavista no es la Rusia de Lenin, ni la China de Mao, y mucho menos Chávez guarda el más remoto parecido con Vladimir Illich Ulianov, o el “Sol Rojo” y Cabello y Maduro, no es que no se parecen, es que no habrían llegado al grado de mesoneros de Trotsky o Stalin.

Y no solamente difieren uno y otros sucesos en cuanto a la calidad y significación de los tiempos en que emergieron, sino que, conocida ya la naturaleza y alcance de la utopía marxista, quienes se propusieron restaurarla, tuvieron que asumirla de una manera bastarda y vergonzante.

Nació así el neototalitarismo, un híbrido entre democracia y dictadura, capitalismo y socialismo, estado de facto y de derecho, que en cuanto es inalienable de la farsa y el engaño, hace de sus héroes histriones que no pueden mover sino a risa.

Pero son algo, sin duda que son algo, algo de difícil precisión y definición. Si se me permite, diría que son los epígonos de un movimiento político, económico y social fracasado, con retazos de filosofía y parches de religión, que bajo el disfraz de un igualitarismo tardío estableció las más feroces dictaduras que conoce la historia.

De ahí que, luego de campear por décadas del siglo XX en algunos de los países más poblados del globo, fue descoyuntado, destruido y enterrado por los 2 mil millones de seres humanos que pretendió liberar, y abominado como una utopía atroz que las sociedades no debían tomar en serio, ni recordar.

Dictamen histórico que empezó a ser contrariado en Venezuela, pequeño país petrolero del norte de Sudamérica, cuando alentados por una esquizofrenia colectiva, un grupo de militares populistas e izquierdizados quisieron llevar a cabo lo inimaginable: ensayar con un error.

El más grande espanto que jamás ojos vieron, pero que se ha ajustado tan rigurosamente a la frase de Hégel (citada por Marx) de que “Los hechos históricos se suceden dos veces: la primera como tragedia y la segunda como comedia”, que la tragicomedia chavista ya llegó a la fase en que se retira por muerte o enfermedad el caudillo-fundador, y los títeres, enanos o tiburones que se creen sus sucesores, se aproximan a caerse a dentelladas.

El más fuerte se pronuncia primero, insinúa que tiene los cañones, los fusiles, los soldados, los militares y su primer movimiento es para poner en duda que su rival pudo ser nombrado o ungido como sucesor del caudillo.

“No hay norma o regla que lo establezca” parece decir directamente o por personas interpuestas. “Y el jefe se manifestó en circunstancias no claras, ambiguas, quien sabe si manipulado, puede ser interpretado de una forma u otra, además que el fundador, el héroe, el dios es insustituible, irreemplazable y cualquiera que lo intente es un traidor”.

El ungido acusa el golpe, pero no responde abiertamente, dice como quien no busca peleas, que todo quedó normado según la voluntad del comandante, pero que si hay dudas, hay instituciones jurídicas que podrían consultarse.

Entre tanto, del héroe enfermo, agónico o moribundo, se sabe poco o nada, su vida o muerte pasa a ser un peligroso secreto de estado y manejarlo bien o mal puede significar la conquista o pérdida del poder.

Lo más inquietante: el país va siendo llevado a una suerte de histeria colectiva donde la más importante no es la verdad, sino los rumores sobre el caudillo vivo, muerto, en recuperación o en agonía y como a la espera del hachazo que lo saque o lo vuelva a la vida.

Tiempos también para que se desborde un grosero culto a la personalidad premorten, donde solo se jura por el héroe, se le proclama, no solo el líder de la revolución, sino el autor de las bondades que Dios y la naturaleza derramaron sobre el país, el brazo al cual se le debe todo, el que me dio esto o lo otro, y con el que hay que andarse con cuidado porque también me lo puede quitar y ¡ay! del que se equivoque y lo agarren fuera de base.

Y en ese clima nada más oportuno que el fuerte, el duro, el de los soldados, el de los militares diga que si el caudillo no está vivo, curado, presente no puede haber asunción del mando, sucesión, y que seguirá gobernando, ya sea vivo o muerto, desde Cuba o el más allá.

Maduro ya no puedo continuar callado, inmovilizado, estático ante los ataques y lanza su primera contraofensiva: es con motivo de la toma de posesión de los nuevos gobernadores, donde deja establecido que como vicepresidente es el presidente encargado y futuro sucesor.

O sea que, ya es innegable, hay una lucha por el poder aun sin saberse si Chávez vive o muere y analistas políticos nacionales e internacionales empiezan a especular sobre lo que es una guerra fría volando a volverse caliente.

Hay preocupación afuera, en La Habana, “las pasiones se están desbordando” dicen, “se puede estar al borde de una división” y llaman al orden, a que los contrincantes se reúnan y abracen en público, digan que son hermanos, que los une el amor al caudillo y que primero muertos antes que ver a la revolución desgarrada por una secesión.

“Ni Diosdado es Stalin, ni yo soy Trotsky” declara Maduro y este parece ser un error que, involuntario o no, crea la sospecha de que piensa o sueña con escenarios como los que se presentaron en Rusia después de la muerte de Lenin, y ya está repartiendo papeles donde él es el héroe bueno, martirizado, romántico, “el profeta desarmado”, y Cabello el dictador, el terrorista, el villano.

Punto de quiebre no se sabe si ordenado desde La Habana o de inspiración cabellista, pero que ya no deja dudas que la lucha por los despojos de Chávez alcanzó otro nivel, una nueva temperatura:

“Olvídense del 10 de enero…el pueblo ya decidió el 7-O” dijo hace unas horas en la toma de posesión del general Rangel Gómez a la gobernación de Bolívar, “el presidente es Hugo Chávez…Tómese su tiempo presidente, el pueblo lo reeligió para gobernar desde el 2013 hasta el 2021”.

En otras palabras, que adiós toma de posesión de Maduro en el caso de que Chávez no se presentara el 10 de enero y adiós también sucesión, porque a lo que aspira Cabello, es una dictadura militar a nombre de Chávez, pero con Chávez ausente, sea desde Cuba, o el más allá.


Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
Domingo 23 Diciembre de 2012