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BARINAS: La Maisanta del Presidente



Doña Elena lo que no imaginó jamás es que uno, de sus hijos, sería Presidente de la República.

Algunos adversarios no le perdonan la
metamorfosis cosmética que ha sufrido

 

Ultrarreligiosa.

Doña Elena Frías de Chávez fue primera dama de Barinas durante una década.

Su rostro llegó a la portada de la revista Paris Match. En el Día de la Madre, su historia.

Tiene el carácter recio de su abuelo, Maisanta, y de su hijo, el jefe del Estado. Una guerrera.

Doña Elena Frías de Chávez experimentó una metamorfosis estética tal que sus adversarios ­o los del Presidente, que es lo mismo­ no le perdonan. Si hubiera una santa inquisición cosmética, allí la llevarían. Al cadalso por su afición al bisturí. Por estar a la moda. Ha sido tanto el cotilleo que ha despertado la mutación de la ex primera dama de Barinas que, incluso, el tema agarró la portada de la revista francesa Paris Match en noviembre de 2007. Allí, aparece un close up de doña Elena en el que esboza una media sonrisa. Y el título del reportaje es: “El clan Chávez”. Pero la verdad es que ella siempre ha sido una mujer coqueta. Siempre. Su propio hijo, Hugo Rafael, suele recordar que iba muy bien arreglada cuando ambos asistían a los toros coleados que se hacían en Sabaneta durante las fiestas de la Virgen del Rosario, la patrona del pueblo, que se celebran en octubre. “Mamá se ponía lindísima, y yo la celaba de cualquiera que se le acercara. Me ponía pegadito a ella. Era y sigue siendo muy linda; sí, muy linda”, dice el mandatario en un video biográfico colgado en Youtube.

Lo que le cuestionan a doña Elena ­una humilde maestra de escuela que se casó a los 17 años de edad con otro humilde maestro, Hugo de los Reyes Chávez­ es que haya cambiado su estampa de mujer llanera muy sencilla, con vestidos de flores y cintillos a la cabeza, por una imagen ostentosa en la que resaltan la ropa de marca y las múltiples alhajas. No entienden quienes la critican ­en un país que hace de la marca un sacramento, pero, también, en un país cuyo gobierno proclama el socialismo como un dogma­ que doña Elena lleve carteras tasadas con la firma de Louis Vuitton y que se pavonee con un perrito de raza. El periodista Jaime López, que escribió una crónica para el diario español El Mundo, después de visitar el estado Barinas, comparó el gusto canino de doña Elena con el de la multimillonaria y caprichosa Paris Hilton. Pero tampoco: los animales son, desde siempre, una de las pasiones de la matrona barinesa. Guacamayas, loros, ninfas, pavos reales. Ella aprendió de zoología in situ, sin libros de texto.

“¿Qué haces tú aquí?”. Hugo Chávez es teatral. Lleva a Só- focles en las venas. Y esa habilidad para expresar sus emociones seguramente le viene de doña Elena. La madre del Presidente no se cohíbe: suelta lo que piensa. Gesticula. Dice cosas. Y a veces las dice con lágrimas. Cuando evoca el golpe del año 1992, llora. “El 4F se va conmigo a la tumba”, declaró una vez a la televisión. Llora de la tristeza, pero también de orgullo. Después de que su hijo se alzara, doña Elena comenzó a organizar un álbum con las notas de prensa que aludían a Hugo Rafael. Fetichismo maternal. Algo común: que las madres veneren a sus hijos.

"Enterarme de su enfermedad fue tan fuerte como el 4 de febrero de 1992, como el 11 y el 12 de abril. fue algo horrible".

Y sus hijos la veneran a ella:

El más cariñoso con la matrona es Adelis, el menor de los seis. Quizás porque nació después que murió Enzo. Y doña Elena se entregó a él en cuerpo y alma. Como si él fuese la reencarnación de Enzo. Es un amor que se retroalimenta, el de Adelis y su madre.

Pero hay para todos. También, para el presidente.

Hugo Rafael, sensible como doña Elena y teatral por razones orgánicas, no pudo contener las lágrimas cuando, la pasada Semana Santa, se celebró una misa por su salud en Barinas. Su madre le extendió su mano. Su mano amorosa. Y su padre igual. El Presidente se quebró.

“¡Dios, hace cuánto yo no sentía estas manos al mismo tiempo!”, expresó con la voz ahogada en llanto Chávez.

Un Chávez que de pronto, en público, vía microondas, se convirtió en un niño mimado por sus viejos. La estampa no era la de un superhéroe: la estampa era la de un simple mortal que, en un momento cumbre de su vida, sucumbe ante el gesto amoroso de sus padres. Doña Elena sabe que, aunque su hijo fue ungido por las masas, tiene el mismo destino final de todos los hombres. Pero le debe preocupar una partida prematura del Presidente. “Si fuera necesario, yo cambiaría mi vida por la de mi hijo. Él hace más falta en Venezuela que yo”, le dijo a Ernesto Villegas en la entrevista que el periodista le hizo el 28 de julio de 2011 para VTV.

Al día siguiente de la ceremonia en Barinas ­que, según una fuente del mundo político del estado llanero, fue muy íntima y se hizo en la residencia del gobernador, lugar al que no tiene acceso el pueblo barinés­ Chávez hizo una revelación sobre su madre durante una llamada telefónica al programa Dando y Dando de VTV. La anécdota, hasta ahora muy poco conocida, traza el temple de doña Elena en una fecha dramática: el 11 de abril de 2002.

La mujer, según el relato presidencial, protagonizó una escena de película al entrar, impetuosa, al despacho presidencial mientras un grupo de militares golpistas estaban dentro. “De repente yo veo que se abre aquella puerta de par en par y entra mi madre por la mitad del despacho. Yo me sorprendo y le digo: `¿Mamá, qué haces tú aquí?’. En ese momento yo ni sabía que ella estaba en Caracas, y aquella mujer venía hecha ella, un poco Maisanta, el último hombre a caballo, el abuelo de ella. Se para con aquella dignidad y les dice: `¿Ustedes son los traidores?’, y les da un discurso”. El remate, al hijo, fue telúrico: “Tu pueblo y Dios nunca te abandonarán”.

Es muy creyente doña Elena.

Muy devota. En su despacho como primera dama del estado tenía un gran altar; en su casa también. Allí se hinca cada vez que le toca orar. Una fuente de Barinas, que pide el anonimato, asegura que se ha aferrado a sus creencias religiosas en el último año, que ha vivido con el hijo enfermo. “Por aquí no se le ve mucho la cara. Sólo en actos públicos, donde está el Presidente y cuando viaja a Cuba con él”, dice.

Un político barinés consultado confirma el fervor. “Ella y el maestro se mudaron a una casa en Alto Barinas, después de vivir un tiempo en un anexo de la residencia de la gobernación cuando él dejó de ser mandatario en 2008 y pasó a serlo su hijo Adán. Es un lugar sencillo porque, aunque doña Elena aparece con alhajas en las fotos, él es de muy humilde extracción y comportamiento.

Ahí, con unas pocas y cercanas amigas, han convocado cadenas de oración y de sanación por la salud de Hugo”.

“Una falsa”. Pero no todo en doña Elena es carácter. Ella es, también, una mujer sensible.

Esa sensibilidad se ha puesto a prueba en los momentos dramáticos de su vida: cuando murió el sexto de sus hijos, Enzo, de apenas seis meses de edad; cuando murió su madre, Benita Frías; cuando supo que su hijo Hugo Rafael estaba involucrado en el golpe de Estado de 1992 (ella tenía el pálpito de que él había participado en la conspiración, y sintió una gran emoción cuando el teniente coronel la llamó, poco antes de aparecer en la televisión esgrimiendo el “por ahora”, para tranquilizarla); cuando se produjo el golpe de Estado del 11 de abril de 2002; y cuando recibió la noticia de la enfermedad del Presidente.

“Enterarme de su enfermedad fue tan fuerte como el 4 de febrero de 1992, como el 11 y el 12 de abril de 2002. Fue algo horrible”, declaró doña Elena a Ciudad Caracas en julio de 2011.

Defiende a sus hijos con las garras:

En cualquier momento puede desenvainar su espada. Rafael Simón Jiménez, ex diputado barinés, contó al diario Versión Final un episodio que, de ser cierto, sugiere cómo puede reaccionar la matrona cuando alguien ofende a su prole. Jiménez señaló que en el año 2000 Luis Miquilena fue enviado por el presidente Chávez para que manejara con su familia el tema de las denuncias de corrupción que salieron a flote.

Se celebró entonces una reunión en la que participaron Miquilena, los hermanos Adán y Argenis Chávez y el maestro.

“Cuando Miquilena ­expresa Jiménez­ comenzó a transmitirles las instrucciones del Presidente, irrumpió doña Elena y con un lenguaje insolente lo insultó y acusó a su hijo de haberlo mandado de esbirro a cortarles la cabeza”. Fin de la escena.

Nacida bajo el signo de Tauro, Elena Frías de Chávez es tremendamente celosa. “Mis hijos son la razón de mi vida”, ha dicho más de una vez. Y esa razón comenzó cuando ella tenía 18 años y tuvo al primogénito, Adán, que nació, casualmente, el 11 de abril de 1953; trece meses después, el 28 de julio de 1954, nació Hugo Rafael. Después vendrían los otros: Narciso, Argenis, Aníbal, Enzo y Adelis. Una de sus ex nueras, la ex primera dama Marisabel Rodríguez, resumió al periodista Sebastián de la Nuez cómo era su relación con su suegra: “Ella no es un caramelo conmigo”.

Doña Elena se ha quejado de que su hijo Hugo Rafael no ha tenido suerte con las mujeres.

Cristina Marcano y Alberto Barrera relatan en Hugo Chávez sin uniforme que el día en que Chávez ganó las elecciones (1998) hubo un programa en Venevisión y, mientras Marisabel Rodríguez hablaba, Ángela Zago, que estaba sentada al lado de doña Elena y es quien da el testimonio a Marcano y a Barrera, le escuchó decir a la madre del Presidente electo: “Ésa es una falsa, ésa es una doble cara”.

Ala, pala, tapara:

Doña Elena siempre soñó con tener un hijo cura, uno médico y uno militar. Lo que no imaginó jamás es que uno, además de militar, sería Presidente de la República. “Nunca pensé que mi hijo fuera a ser un hombre que le diera tanta felicidad a mi pueblo. Hoy en día le doy gracias a Dios por haberme elegido a mí para ser la madre de Hugo Rafael… Los que no tienen corazón en el pecho son los que no aman a Hugo Rafael”, dijo en la entrevista que le hizo Ernesto Villegas, cuando el jefe del Estado cumplió 57 años.

Ese día, ella le regaló una Virgen de Coromoto.

Hugo Chávez Frías hace una especial descripción de doña Elena en una biografía suya que circula por Internet. El Presidente habla allí con una voz muy suave, que raya en la melancolía: “Mi madre, una fortaleza siempre…

Mi madre, ella es llena de amor, trabajadora incansable: también maestra.

Se graduó de maestra ya cuando nos había parido a casi todos nosotros. Yo recuerdo haber ido a ver a mi madre en un salón de clases… Sobre todo ella alfabetizaba: se dedicó a la educación de adultos…

Y hasta me gustaba mucho ayudarla en eso… Yo participé junto a mi madre en la alfabetización por allá por los años sesenta. Ella era mi guía con un libro que se llamaba Abajo cadenas: Ala, pala, tapara, maraca. Así que mi madre me enseñó a enseñar a otros: cosa bonita ésa”.

Cuando doña Elena se jubiló y recibió sus prestaciones ­según les contó ella misma a Cristina Marcano y a Fabiola Zerpa, que la entrevistaron para el libro Hugo Chávez sin uniforme­ decidió darse un gusto.

Se montó en un avión y visitó Margarita:

Los tiempos más difíciles habían pasado. Los de la penuria. No era fácil criar a seis hijos. Por eso los dos mayores, Adán y Hugo Rafael, pasaron al cuidado de la abuela Rosa Inés desde que estaban muy pequeños. Pero no todo fue tan duro.

Hugo de los Reyes, un hombre de un carácter apacible que contrasta con el de doña Elena ­ambos hacen una especie de yin y yang­, llegó a ser director de Educación del estado Barinas durante el gobierno de Luis Herrera Campins (Copei).

Logró una relativa buena posición en el magisterio. Y doña Elena ahí, al lado de su marido.

Ahora, la matrona ya no vuela en aviones comerciales. Ahora se monta en el presidencial.

Las últimas veces a Cuba, con Hugo Rafael, donde sólo los más cercanos del clan lo acompañan en la convalecencia de su misteriosa enfermedad.

El abuelo guerrillero y La Marqueseña:

Doña Elena es, en esencia, una mujer llana de la provincia.

No le gusta la capital: se queja de que la contaminación le tapa las fosas nasales

Doña Elena nació y se crió en una zona rural, San Hipólito, llamada después Los Rastrojos, situada a dos kilómetros de Sabaneta, en 1935. De allí su destreza para el trabajo del campo: sabe cortar una mano de cambur, sabe desgranar maíz, sabe tostar café. Es una hechura de la Venezuela agraria y premediática. De la Venezuela en la que no se veía televisión sino que se hablaba de fantasmas y de aparecidos. Cuando al segundo de sus hijos, Hugo Rafael, le tocó ingresar a la Academia Militar, en 1971, fue que doña Elena conoció Caracas. Ya tenía 35 años de edad. Doña Elena es, en esencia, una mujer llana de la provincia. No le gusta la capital: se queja de que la contaminación le tapa las fosas nasales.

Prefiere el aire puro de La Chavera, la tradicional finca de la familia.

Elena Frías es hija natural de Rafael Infante y de Benita Frías, quienes nunca se casaron, aunque vivieron juntos un tiempo. Se separaron cuando ella era todavía muy pequeña y su madre estaba embarazada de su hermana Edilia.

Rafael Infante era hijo de Pedro Pérez Delgado, Maisanta, el legendario guerrillero a quien Andrés Eloy Blanco le dedicó un largo poema. Hay quienes dicen que el carácter fuerte de doña Elena ­heredado por su hijo Hugo Rafael­ salió de allí, de los genes insurrectos y sulfurosos de su abuelo Maisanta, quien era hijo de un coronel que luchó junto a Ezequiel Zamora.

Doña Elena no se ufana de sus antepasados con la misma pasión con la que lo hace su hijo Hugo Rafael. Quizás porque no tuvo mayores nexos con su familia paterna. O quizás porque lo que quedó asentado en su inconsciente fue la idea con la que creció: que su abuelo Maisanta mató a un militar en Ospino porque embarazó a su hermana Petra, y que murió preso en Puerto Cabello en la época de Gómez. En el libro Chávez nuestro, doña Elena cuenta que se decía que Maisanta colocaba la cabeza de sus víctimas en el pico de una silla. “¿Pero quién ha de creer eso? ¡Ave María!”, señala en la entrevista que le hacen Rosa M. Elizalde y Luis Báez. En este mismo libro, su hijo Adán justifica el crimen cometido por su bisabuelo: “Lo mató porque era la única manera de cobrar la afrenta, y salió huyendo”.

Maisanta, según le relata Hugo Chávez a Agustín Blanco Muñoz en Habla el comandante, habría sido el dueño de La Marqueseña, hoy expropiada por su gobierno.

Sostiene que el fundo era de los Pérez Delgado y que después de 1914, cuando Maisanta se alistó en la guerrilla contra Gómez, las tierras le fueron confiscadas.

Maisanta era castrista:

Es Castro quien lo manda a Sabaneta de jefe civil y militar. “Cuando Gómez tumba a Castro, muchos oficiales castristas siguen en el Ejército, pero observados. Cuando Gómez realiza aquella modificación de la Constitución del año 1913-1914, donde se eliminó el Consejo de Estado, se producen una serie de levantamientos militares, entre ellos el de mi bisabuelo. Él se va para las guerrillas y deja las tierras… Pero mi abuelo, el hijo de Maisanta, murió peleando por esas tierras”, indica Chávez a Blanco Muñoz.

Luego de que el médico José León Tapia publicara Maisanta, el último hombre a caballo, en 1974, un libro que rescata la otra cara del guerrillero, la imagen del abuelo de doña Elena cambió. Sobre todo para su hijo, Hugo Rafael.

“Fue Hugo quien reivindicó a Maisanta en la familia”, cuenta Adán Chávez en Chávez nuestro, en el que hace una analogía entre la personalidad de doña Elena y la de Maisanta: “En las discusiones internas de la familia, particularmente entre mi abuela materna y mi madre, se mencionaba a Maisanta: que si con razón ella tenía un carácter tan fuerte”.


Por: GLORIA M. BASTIDAS
GLORIA.BASTIDAS@GMAIL.COM
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DOMINGO 13 DE MAYO DE 2012