El mentiroso
El Presidente acusó al doctor Salvador Navarrete de ser un mentiroso, un gran embustero por haber opinado sobre su estado de salud. Esta acusación se cae por su propio peso porque proviene de la misma persona que hace diez años prometió, por radio y televisión, el Gran Gasoducto del Sur hasta Argentina, una gran refinería en el norte de Brasil, el surgimiento del eje industrial y comercial OrinocoApure que provocaría la gran reorientación geopolítica de esa extensa zona, el segundo puente sobre el lago de Maracaibo y una base para lanzar satélites al espacio.
Nuestro gran vocero presidencial dijo que el gas de Paria, el petróleo de la Faja, el oro de Guayana, el hierro y el aluminio, la energía hidroeléctrica, la red ferrocarrilera desde el centro del país hacia la provincia y la creación de una gran flota de marina mercante nos convertirían en la gran potencia del Caribe y de Suramérica, que los llanos serían insuficientes para atender los rebaños vacunos y que en nuestros estados agrícolas las abundantes cosechas impedirían el paso normal por calles y carreteras.
El hombre que tilda a Salvador Navarrete de ser un embustero pasó este miércoles por la vergüenza de aguantarse una manifestación de los trabajadores de la Misión Negra Hipólita que llevan tres meses sin cobrar. De manera que quienes se ocupan de atender a los indigentes están a punto de convertirse, si el Gobierno no les paga, en nuevos indigentes.
El Presidente cree que aquellos que muestran desacuerdo con su forma militar de mandar son gente pagada por el enemigo.
Nótese bien lo que significa el término: “el enemigo”, no el crítico, el adversario o el opositor. Lo que primero que aprende un soldado es que él no va a combatir a otro ser humano, sea civil o militar, hombre o mujer, sino a algo que se llama “enemigo”, el cual no tiene cara alguna, derecho a trato justo o a su vida.
Si ese “enemigo” es de su misma nacionalidad entonces es un mercenario. Así actúa el Presidente con los venezolanos que no les lustran las botas. Resulta inolvidable aquella escena grotesca cuando el mandatario nacional le preguntó por televisión a Pedro León Zapata, nuestro admirado intelectual y reconocido artista plástico, de cuya honestidad no hay duda alguna, cuánto le pagaba el imperio por hacer sus caricaturas.
Quedó presidencialmente en ridículo como vuelve a quedar ahora al acusar al doctor Navarrete de cobrar por sus declaraciones. En realidad, quienes reciben sus sueldos por hablar a favor suyo son los tres médicos vestidos con batas blancas de vendedores de chicha que ni siquiera tuvieron el pudor de vestirse de uniforme porque, por ley, son militares asimilados.
Y lo peor: se les notaba en la cara el recuerdo de la muerte de Franklin Brito, allí en ese hospital militar que estaba obligado a salvaguardar su vida, de acuerdo con el código ético que rige a los médicos venezolanos. Y lo dejaron morir, quizás porque Brito era un “enemigo”.
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL
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