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    ETNIAS: La salud queda lejos para los waraos



    En Cangrejito pueden verse, deterioradas, las viviendas de los Waraos.

    En Delta Amacuro, los niños
    mueren de fiebre y diarrea

     

    ■ El hospital más cercano está a horas de los asentamientos.

    ■ Comisión de Pueblos Indígenas de la AN analizará causas de la muerte de infantes en Puerto Ordaz.

    El estado Delta Amacuro está surcado por las aguas turbias del Orinoco, que alberga en sus riberas a buena parte de los waraos, etnia indígena que, con 30.000 integrantes, es la segunda más grande de Venezuela. Entre 7 horas y 3 días puede tomar el viaje desde las comunidades más alejadas hasta el hospital más cercano, dependiendo de si la embarcación es una lancha con motor o una curiara.

    La muerte de seis niños waraos en Puerto Ordaz, hecho que fue denunciado a mediados de abril, ha hecho saltar las alarmas sobre las condiciones de salud de ese pueblo indígena.

    El censo de 2001, realizado por el Instituto Nacional de Estadística, estableció que en los caños del delta del Orinoco hay alrededor de 365 comunidades indígenas. Un estudio conducido posteriormente por el Centro de Investigación Social, Cisor, calculó un incremento demográfico de la etnia de 10% para la siguiente década.

    Habrá que esperar los resultados del Censo Indígena de 2011 para saber si esas proyecciones realmente se cumplieron.

    En ese laberinto fluvial que es el bajo delta, y casi llegando al océano Atlántico, se localiza una comunidad cuyas costumbres han sido trastocadas por el comercio de la zona y la gran afluencia de criollos.

    Se trata del poblado indígena Cangrejito.

    En la comunidad de aguas turbias y janokos (nombre que reciben las viviendas tipo palafito de los waraos) que se elevan 2 metros sobre el Orinoco, habitan más de 200 nativos, y alrededor de 80 son niños que no superan los 12 años de edad.

    La esperanza de vida en la zona no es muy alta. El número de ancianos, según un censo realizado por Dolores, cacique de la comunidad, es mínimo.

    Las estadísticas corroboran lo que el precario sondeo estableció. Un estudio acerca de las condiciones de vida de los waraos de Delta Amacuro, realizado en 2008 por Cisor señala que apenas 3% logra vivir más de 64 años. Especialistas afirman que la tasa de mortalidad infantil es muy alta.

     

    Los puentes hechos de tablas tablas no ofrece la menor seguridad a menores y adultos.

    Sobreviven:

    En Cangrejito, las noches tienen banda sonora.

    Grillos, chicharras y otros insectos cantan hasta el amanecer. A las 4:30 am, la claridad del sol ha despertado a casi todo el poblado.

    En días de asueto los niños corren por las deterioradas caminerías y juegan por horas en el río que arrastra toda clase de sedimentos. Durante la temporada escolar los más pequeños asisten a un plantel oficial que, según relatan algunos indígenas, funciona a medias, pues los profesores muchas veces no asisten y las clases son bastante irregulares.

    Peter Jiménez, quien reside en Puerto de Volcán y ha trabajado durante 23 años alfabetizando y apoyando socialmente a los indígenas del delta, asegura que en al menos 70% de las comunidades no hay presencia regular de educadores.

    Las instalaciones del centro educativo dejan mucho que desear. Paredes sucias, pupitres rotos y puertas oxidadas es lo que queda de la sólida estructura que, a diferencia del resto de las viviendas, está hecha de bloques y cemento.

    Problemas de salud más graves afrontan los indígenas de esa comunidad. Casi todos los niños sufren de problemas en la piel y daños severos en los dientes. Algunos mueren de enfermedades prevenibles, como diarrea o fiebre. La ausencia de dispensarios y las enormes distancias entre las comunidades y los hospitales más cercanos, que apenas son tres, dificultan la atención médica.

    El estudio de Cisor explica que la mayor cantidad de enfermedades son de origen gastrointestinal. Informa que, en términos generales, los servicios de salud en las comunidades waraos de los caños son bastante limitados. Existen, incluso, centros poblados que no tienen acceso a un enfermero, y mucho menos el privilegio de un dispensario. Tal es el caso de Cangrejito.

    Los brotes epidémicos son recurrentes; sin embargo, el acceso a las cifras oficiales sobre el tema sanitario es casi imposible. Aseguró Jiménez que durante el asueto de Semana Santa se reportó paludismo en varias comunidades del delta.

    Aunque no hay declaraciones oficiales al respecto, no es de extrañar que en Caracas no se sepa nada. Por ejemplo, el vicepresidente de la Comisión Permanente de Pueblos Indígenas de la Asamblea Nacional, Arcadio José Montiel, acepta que esa delegación carece de recursos para trasladarse a los poblados y que desconocen a ciencia cierta las necesidades reales de las comunidades.

    Paradójicamente, la energía eléctrica no falta en Cangrejito. El Gobierno ha beneficiado a muchos asentamientos indígenas con la colocación de paneles solares, que garantizan el suministro nocturno de luz. También ofrecen ayudas económicas, pero la salud sigue siendo un bien inaccesible para la mayoría de los waraos.

    En semana Santa, las madres waraos esperaban ser censadas por la cacique de la comunidad.

     Promesas:

    El Viernes Santo, la ministra de Pueblos Indígenas, Nicia Maldonado, desembarcó en la comunidad de Cangrejito, en el delta del Orinoco cuya comunidad aguardaba la llegada de la funcionaria desde el día anterior, con la esperanza de que resolvería las necesidades del poblado.

    Después de escuchar las opiniones de los pobladores y desdeñar la llamada cuarta república, Maldonado exaltó los avances en materia de inclusión indígena logrados por el gobierno del presidente Hugo Chávez y presentó al equipo que la acompañaba, al parecer todos pertenecientes a etnias venezolanas.

    De las necesidades expuestas por los pobladores de Cangrejito (una planta eléctrica para la escuela, motores para las lanchas, que arreglen los puentes a los que llaman caminerías), la ministra prometió seleccionar sólo una para comenzar a trabajar en ella.

    Antes de marcharse, repartió entre los niños más pequeños alrededor de 30 morrales con útiles escolares.


    Por: ALEJANDRA RODRÍGUEZ
    aljrodriguez@el-nacional.com
    DELTA AMACURO
    ETNIAS| INDÍGENAS
    EL NACIONAL


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